Carta de Emmanuel Macron a
“los ciudadanos de Europa”
Emmanuel Macron publicó una carta dirigida a “los
ciudadanos de Europa” y se aseguró de llegar a todos ellos publicando la misiva
en los principales diarios de las 28 naciones que componen la Unión Europea,
traducida a los 24 idiomas oficiales.
El presidente de Francia escribió una misiva en la que
condensa varias propuestas para lograr lo que bautizó el“renacimiento europeo”. Comercio, seguridad y cambio
climático en el centro de sus propuestas de cara a las elecciones de la
Eurocámara.
Las elecciones del próximo 26 de
mayo para renovar el Parlamento Europeo son el trasfondo sumado a un sensible
componente desde Reino Unido: el Brexit.
Aquí la carta completa de Macron:
« Ciudadanos de Europa:
Si me he tomado la libertad de
dirigirme a ustedes directamente, no es solo en nombre de la historia y de los
valores que nos unen, sino también porque hay urgencia. Dentro de unas semanas,
las elecciones europeas serán decisivas para el futuro de nuestro continente.
Nunca antes, desde la Segunda Guerra
Mundial, Europa ha sido tan necesaria. Y, sin embargo, nunca ha estado tan en
peligro.
El Brexit es ejemplo de todo ello.
Ejemplo de la crisis de una Europa que no ha sabido satisfacer las necesidades
de protección de los pueblos frente a los grandes cambios del mundo
contemporáneo. Ejemplo, también, de la trampa europea. La trampa no es
pertenecer a la Unión Europea, sino la mentira y la irresponsabilidad que
pueden destruirla. ¿Quién les ha contado a los británicos la verdad sobre su
futuro tras el Brexit? ¿Quién les ha hablado de perder el acceso al mercado
europeo? ¿Quién ha advertido de los peligros para la paz en Irlanda si se
vuelve a la frontera del pasado? El repliegue nacionalista no tiene propuestas;
es un «no» sin proyecto. Y esta trampa amenaza a toda Europa: los que explotan
la rabia, ayudados por noticias falsas, prometen una cosa y la contraria.
Frente a estas manipulaciones, debemos
mantenernos firmes. Orgullosos y lúcidos. Recordemos primero qué es Europa. Es
un éxito histórico: la reconciliación de un continente devastado, plasmada en
un proyecto inédito de paz, prosperidad y libertad. No lo olvidemos nunca. Hoy
día, este proyecto nos sigue protegiendo. ¿Qué país puede actuar solo frente a
las estrategias agresivas de las grandes potencias? ¿Quién puede pretender ser
soberano, solo, frente a los gigantes digitales? ¿Cómo resistiríamos a las
crisis del capitalismo financiero sin el euro, que es una baza para toda la
Unión? Europa es también esos miles de proyectos cotidianos que han cambiado la
faz de nuestros territorios: una escuela renovada aquí, una carretera asfaltada
allá, un acceso rápido a Internet que está llegando al fin… Esta lucha es un
compromiso diario, porque Europa, como la paz, no viene dada. En nombre de
Francia, abandero esta lucha sin descanso para hacer avanzar a Europa y
defender su modelo. Hemos demostrado que lo que nos dijeron que era
inalcanzable –como la creación de una defensa europea o la protección de los
derechos sociales– finalmente era posible.
Con todo, hay que hacer más y más
rápido. Porque hay otra trampa: la del statu quo y la resignación. Frente a las
grandes crisis mundiales, los ciudadanos nos dicen a menudo: «¿Dónde está
Europa? ¿Qué está haciendo Europa?». Para ellos, se ha convertido en un mercado
sin alma. Pero sabemos que no es solo un mercado, que es también un proyecto.
El mercado es útil, pero no debe hacernos olvidar lo necesario de las fronteras
que nos protegen y de los valores que nos unen. Los nacionalistas se equivocan
cuando pretenden defender nuestra identidad apelando a la salida de Europa,
porque es la civilización europea la que nos une, nos libera y nos protege.
Pero los que no querrían cambiar
nada también se equivocan, porque niegan los temores que atraviesan nuestros
pueblos, las dudas que socavan nuestras democracias. Estamos en un momento
decisivo para nuestro continente. Un momento en el que, colectivamente, debemos
reinventar, política y culturalmente, las formas de nuestra civilización en un
mundo cambiante. Es el momento para el Renacimiento Europeo. Así pues,
resistiendo a las tentaciones del repliegue y la división, quiero proponer que,
juntos, construyamos ese Renacimiento en torno a tres aspiraciones: la
libertad, la protección y el progreso.
Defender nuestra libertad
El modelo europeo se basa en la
libertad individual y la diversidad de opiniones y de creación. Nuestra
libertad primera es la libertad democrática, la de elegir a nuestros
gobernantes allí donde, en cada cita electoral, hay potencias extranjeras que
intentan influir en nuestros votos. Propongo que se cree una Agencia Europea de
Protección de las Democracias que aporte expertos europeos a cada Estado miembro
para proteger sus procesos electorales de ciberataques y manipulaciones. En
este espíritu de independencia, también debemos prohibir la financiación de
partidos políticos europeos por parte de potencias extranjeras. Asimismo, a
través de reglas europeas, debemos desterrar de Internet el discurso del odio y
la violencia, porque el respeto al individuo es la base de nuestra civilización
de la dignidad humana.
Proteger nuestro continente
Fundada en la reconciliación
interna, la Unión Europea se ha olvidado de mirar a otras realidades en el
mundo. Ahora bien, ninguna comunidad genera un sentimiento de pertenencia si no
tiene límites que proteger. La frontera es la libertad en seguridad. En este
sentido, debemos revisar el espacio Schengen: todos los que quieran participar
en él deberán cumplir una serie de obligaciones de responsabilidad (control
riguroso de fronteras) y solidaridad (una misma política de asilo con las
mismas reglas de acogida y denegación). Una policía de fronteras común y una
Oficina Europea de Asilo, estrictas obligaciones de control y una solidaridad
europea a la que contribuyan todos los países bajo la autoridad de un Consejo
Europeo de Seguridad Interior. Frente a las migraciones, creo en una Europa que
protege a la vez sus valores y sus fronteras.
Estas mismas exigencias deben
aplicarse a la defensa. Pese a que en los dos últimos años se han registrado
avances significativos, debemos establecer un rumbo claro. Así, un tratado de
defensa y seguridad deberá definir nuestras obligaciones ineludibles, en
colaboración con la OTAN y nuestros aliados europeos: aumento del gasto
militar, activación de la cláusula de defensa mutua y creación de un Consejo de
Seguridad Europeo que incluya al Reino Unido para preparar nuestras decisiones
colectivas.
Nuestras fronteras también deben
garantizar una competencia leal. ¿Qué potencia acepta mantener sus intercambios
con aquellos que no respetan ninguna de sus reglas? No podemos someternos sin
decir nada. Tenemos que reformar nuestra política de competencia, refundar
nuestra política comercial: sancionar o prohibir en Europa aquellas empresas
que vulneren nuestros intereses estratégicos y valores fundamentales –como las
normas medioambientales, la protección de datos o el pago justo de impuestos– y
adoptar una preferencia europea en las industrias estratégicas y en nuestros
mercados de contratación pública, al igual que nuestros competidores
estadounidenses o chinos.
Recuperar el espíritu de progreso
Europa no es una potencia de segunda
clase. Toda Europa está a la vanguardia: siempre ha sabido definir las normas
del progreso y en esta línea debe ofrecer un proyecto de convergencia, más que
de competencia. Europa, que creó la seguridad social, debe establecer para cada
trabajador, de este a oeste y de norte a sur, un escudo social que le garantice
la misma remuneración en el mismo lugar de trabajo, y un salario mínimo europeo
adaptado a cada país y revisado anualmente de forma colectiva.
Retomar el hilo del progreso es
también liderar la lucha contra el cambio climático. ¿Podremos mirar a nuestros
hijos a los ojos si no logramos reducir nuestra deuda con el clima? La Unión
Europea debe fijar sus ambiciones –cero carbono en 2050, reducción a la mitad
de los pesticidas en 2025– y adaptar sus políticas a esta exigencia: Banco
Europeo del Clima para financiar la transición ecológica, dispositivo sanitario
europeo para reforzar el control de nuestros alimentos, y, frente a la amenaza
de los lobbies, evaluación científica independiente de sustancias peligrosas para
el medio ambiente y la salud, etc.
Este imperativo debe guiar todas
nuestras acciones. Del Banco Central Europeo a la Comisión Europea, pasando por
el presupuesto europeo o el Plan de Inversiones para Europa, todas nuestras
instituciones deben tener al clima como prioridad.
Progreso y libertad es poder vivir
del trabajo y, para crear empleo, Europa debe ser previsora. Para ello, no solo
debe regular a los gigantes del sector digital, creando una supervisión europea
de grandes plataformas (sanciones aceleradas para las infracciones de las
normas de la competencia, transparencia de algoritmos, etc.), sino también
financiar la innovación asignando al nuevo Consejo Europeo de Innovación un
presupuesto comparable al de Estados Unidos para liderar las nuevas rupturas
tecnológicas como la inteligencia artificial.
Una Europa que se proyecta hacia el
resto del mundo debe mirar a África, con quien debemos sellar un pacto de
futuro, asumiendo un destino común y apoyando su desarrollo de forma ambiciosa
y no defensiva con inversión, colaboración universitaria, educación y formación
de las niñas, etc.
Libertad, protección, progreso.
Sobre estos pilares debemos construir el Renacimiento Europeo. No podemos dejar
que los nacionalistas sin propuestas exploten la rabia de los pueblos. No
podemos ser los sonámbulos de una Europa lánguida. No podemos estancarnos en la
rutina y el encantamiento. El humanismo europeo exige acción y por todas partes
los ciudadanos están pidiendo participar en el cambio.
Así pues, antes de finales de año,
organicemos una Conferencia para Europa, junto a los representantes de las
instituciones europeas y los Estados, con el fin de proponer todos los cambios
necesarios para nuestro proyecto político, sin tabúes, ni siquiera revisar los
tratados. Dicha conferencia deberá incluir a paneles de ciudadanos y dar voz a
universitarios, interlocutores sociales y representantes religiosos y
espirituales. En ella se definirá una hoja de ruta para la Unión Europea que
traduzca estas grandes prioridades en acciones concretas. Tendremos
discrepancias, pero ¿qué es mejor, una Europa estancada o una Europa que avanza
a veces a ritmos diferentes, manteniéndose abierta al exterior?
En esta Europa, los pueblos habrán
recuperado realmente el control de su destino. En esta Europa, estoy seguro de
que el Reino Unido encontrará su lugar.
Ciudadanos de Europa: el impasse del
Brexit nos sirve de lección a todos. Salgamos de esta trampa y démosle un
sentido a las próximas elecciones y a nuestro proyecto. Ustedes deciden si
Europa y los valores de progreso que representa deben ser algo más que un
paréntesis en la historia. Esta es la propuesta que les hago para trazar juntos
el camino del Renacimiento Europeo.
Emmanuel Macron »
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