Destroza la Política Monetaria Moderna (PMM)
José Manuel Suárez Mier
Para su publicación
En Excélsior, 7 de marzo de 2019.
En
una columna reciente (¡Sin Restricción Presupuestal!, febrero 22)
critiqué como absurdas las propuestas de quienes inventaron la PMM, los
nuevos alquimistas que creen haber hallado la forma para que los
gobiernos gasten sin límite mediante la impresión de dinero.
Censuré,
de paso, a “economistas que solían ser serios como Larry Summers… que
sin llegar al extremo de adoptar la PMM, sustentan que no sólo es
posible, sino deseable que el gobierno de EU gaste lo que se requiere
para reconstruir su caduca infraestructura con más endeudamiento
barato.”
Resulta que Summers acaba de publicar un
artículo en el que se deslinda de los autores de la PMM, y afirma que
hay que evitar la “teoría del almuerzo gratis,” citando la frase de mi
maestro Milton Friedman en la que advierte que las políticas públicas
dadivosas siempre las paga alguien.
Compara a los nuevos
alquimistas monetarios con los postulantes extremos de la “economía del
lado de la oferta” que ganaron fama en los 1980s afirmando que bajar
impuestos era una política que siempre generaba un crecimiento más
acelerado, lo que hacía tal política autofinanciable.
Yo
conocí bien a quienes formulaban esa visión, Arthur Laffer, quien
asesoró al Presidente Ronald Reagan, y Jude Wanniski, editor del Wall
Street Journal convertido en influyente predicador del nuevo culto de
abatir impuestos, lo que el Presidente George Bush (padre) llamó Voodoo
Economics.
Summers afirma que ambas teorías extremas se
basaban en ideas válidas. En el caso de la PMM, en que hay que revisar
los prejuicios sobre política fiscal, igual que tasas impositivas altas
llevan a abatir la recaudación en ciertos rangos, por lo que reducirlas
la elevaría, como lo acredita la Curva de Laffer.
Cita las principales falacias de la PMM:
*
Que mediante la impresión ilimitada de dinero, el gobierno puede
financiar sus déficit a un costo cero, cuando en el mundo real el
gobierno paga intereses en cualquier moneda que emita, que pronto se
convierte en reservas que los bancos comerciales depositan en el banco
central que les
paga intereses, por lo que la cantidad de dinero
líquido en circulación no la controla el gobierno sino el público, que
siempre puede llevarlo al banco.
* A diferencia de lo que
afirma la PMM, los gobiernos no pueden emitir dinero nuevo para pagar
sus gastos y deudas sin que ello termine en la ruina, como lo respalda
amplísima evidencia empírica de muchos países emergentes en los que
tales prácticas llevaron siempre a la hiperinflación, como lo ilustra el
trágico caso actual de Venezuela ilustra.
* Quienes
proponen la PMM creen en un modelo de economía cerrada, pero una
política monetaria en esteroides como la que ofrecen, lleva a un colapso
de la paridad, lo que a su vez retroalimenta la inflación, mayores
tasas de interés de largo plazo, más altas primas de riesgo y el éxodo
de capitales.
En México ya sufrimos una propuesta similar
a la de los vocingleros de la PMM. Al final del sexenio de José López
Portillo (1976-82) con el colapso del precio del petróleo, única
exportación entonces, y de su cantidad al no querer ajustar los precios a
la baja, el pésimo economista que era su hijo, asesorado por
“académicos” de la Universidad Cambridge, propuso un plan de choque.
Se
trataba de subir el enorme gasto deficitario aún más, emitiendo dinero
para alentar el crecimiento, cerrar la economía con un férreo control de
cambios y expropiar los bancos para evitar su supuesta complicidad en
la fuga de capital. La debacle resultante fue colosal y costó al país
una década de estancamiento, de elevada inflación y de gravosas
renegociaciones con acreedores externos.
En su incultura
económica absoluta, es obvio que los nuevos alquimistas de la PMM
ignoran todo esto. ¿Cuánto tardarán estas gansadas en llegar a México?