Referencia: D-025/17
31 de julio de 2017 |
Mensaje del Secretario General sobre Venezuela
Ayer
fue un día de luto para Venezuela. Fue un día de violencia y muerte
ejecutadas con la saña cobarde de los dictadores contra el pueblo. Ayer
las fuerzas represivas masacraron al pueblo venezolano.
Dieciséis
personas, incluyendo menores de edad, fueron asesinadas en distintas
protestas en las horas en que se desarrolló el fraudulento proceso de la
Asamblea Nacional Constituyente.
La
represión contra la gente durante la jornada fue la más extrema
superando los estándares violentos desde que empezaron las protestas en
abril pasado.
En
términos de estimaciones electorales de la jornada, es evidente que el
Gobierno está tratando de disfrazar la realidad, de disfrazar de éxito y
de fiesta cívica lo que en realidad fue un tremendo fracaso.
Era
sabido que Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral,
anunciaría 8 millones y medio de votos. La cifra de 8.089.320 que
finalmente se anunció pasada la medianoche de ayer no dejó lugar a dudas
sobre la total ilegitimidad del proceso y la alevosa manipulación del
sistema electoral y sus resultados.
Por
su lado, el Presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, declaró
que la participación electoral no había superado el millón y medio de
votantes a las 3 de la tarde, y según sus estimaciones, el total no
debería llegar al 7 por ciento del padrón electoral.
Si
bien la desinformación es palpable, es evidente que la gran mayoría de
los centros de votación fueron poco visitados, tal como lo evidencian
múltiples testimonios a lo largo de la jornada.
Es claro que este proceso no es legítimo y que además no cuenta con el apoyo de la gente.
La
afluencia de electores fue mínima y no reflejó en ningún momento que
existiera ayer en Venezuela una jornada electoral y mucho menos una
fiesta cívica.
En
algunos centros de votación, los propios votantes han informado sobre
el desorden y la desinformación que han caracterizado esta jornada
electoral.
Medios
de prensa internacional informaron que varios centros de votación en el
oeste de Caracas, zona proclive al Partido de gobierno, estaban vacíos
horas antes del cierre del voto; esto pese al pronunciamiento hacia el
mediodía que "99 por ciento y más" de la nación estaba votando.
El
proceso realizado ayer es absolutamente nulo, dado que la elección de
la Asamblea Constituyente se llevó a cabo masacrando los principios
básicos de la transparencia, neutralidad y universalidad que deben
caracterizar a comicios libres y confiables.
Los
procesos de verificación técnica sobre el padrón electoral, la
maquinaria electrónica y el sistema de verificación de resultados fueron
inexistentes. Por lo tanto, es imposible que la autoridad electoral
brinde resultados confiables.
Una
elección legítima no puede celebrarse en un ambiente de represión y
violencia. La coacción y compra de votos fue evidente. El principio de
libertad de sufragio fue vulnerado de manera flagrante.
Finalmente,
los resultados anunciados por el Consejo Nacional Electoral carecen de
veracidad. Su integración se da en un clima de secretividad que se
incrementa ante la falta de observacion nacional e internacional.
Fue
una elección que refleja lo que la dictadura quiere para Venezuela, un
sistema de partido único, entendido éste como un mecanismo automatico de
ejecución de la voluntad de la cúpula dominante por y para servir a sus
intereses, que reprima y amordace cualquier opinión contraria por la
vía del temor, la imposición y la represión.
Mientras
tanto, varios países latinoamericanos, la Unión Europea, Estados Unidos
y Canadá, han desconocido la validez de la Asamblea Nacional
Constituyente.
La
Secretaría General de la OEA desconoce la totalidad del proceso
fraudulento que se concretó en el día de ayer. Desde un principio se
denunció su nulidad de origen, su inconstitucionalidad y la manipulación
forzada y selectiva de las circunscripciones parroquiales para forzar
resultados favorables a la perpetuación del régimen.
En
este sentido -y con más convicción aun- es que desconocemos totalmente
los resultados anunciados en el día de ayer por un tribunal electoral
que ha perdido todo vestigio de legitimidad y que, lejos de respetar y
favorecer la expresión de la voluntad popular, da sobradas pruebas de su
funcionalidad a la dictadura.
No puede demorar el retorno a la democracia en Venezuela.
Hoy quedó demostrado una vez más que el pueblo venezolano no es un pueblo con miedo.
Los tiranos tienen miedo, viven en el miedo porque contra todo el pueblo nadie puede.
Esta
crisis que ha llevado a la dictadura a asesinar a la gente, es una
guerra sucia de las fuerzas represivas contra el pueblo.
Lo
ocurrido ayer es el corolario de un proceso persistente que viene desde
2013, y que culmina con el último ataque del presidente Maduro a la
Constitución y a las instituciones.
Al
dictador lo juzgó el pueblo ayer, le exigió su responsabilidad y lo ha
declarado su enemigo. El pueblo se negó a votar en el fraude
constituyente. La respuesta del dictador fue la masacre a su propia
gente.
Se ha hablado mucho de nuestras acciones al frente de la Secretaría General de la OEA.
Si
hubiéramos ido por la huella de la preservación de intereses
personales, lo que tendríamos que haber hecho es aguardar que ocurriera
esta crisis, y entonces hacer como que nos dábamos cuenta y ver qué
paños fríos se aplicaban, pero eso hubiera sido absolutamente indigno de
nuestra parte.
Se
trataba de la violación de la Constitución por parte de los dictadores.
Los hechos conducían a la destrucción del sistema institucional.
Y
nosotros lo marcamos. Lo dijimos porque era moral y éticamente
necesario, pero porque había que tomar acción para evitar los más de 100
muertos y no esperar al final de este previsible desenlace.
El tiempo no puede seguir escapándose de nuestras manos. Venezuela no puede demorar su retorno a la democracia.
Es
injusto haber llegado a este punto. La aniquilación del Estado de
derecho no es un precio que los venezolanos tuvieran que pagar. No hay
peor sacrificio para un pueblo que verse sometido a la humillación de
las fuerzas de la represión.
Y
como tal, es el pueblo el que ha sido el primero en salir a luchar para
que haya justicia. Es el pueblo el que reclama que no puede quedar un
solo dictador impune por los asesinatos de ayer y de los últimos 4
meses. El pueblo nunca se ha sometido a una justicia que no sea
verdadera.
Pero fundamentalmente, y antes que nada, el pueblo tiene que llegar al poder.
Que
las fuerzas represivas vuelvan a sus barracas. La gente está en las
calles y debe ser respetada. Ayer quedó demostrado que solamente el
pueblo es el dueño de la soberanía.
Venezuela es demasiado grande y la lucha es muy dura, pero a cambio de esa lucha está el futuro de libertad.
Como
dijo el líder uruguayo Wilson Ferreira Aldunate en momentos de la lucha
contra la dictadura en mi patria: “Sabemos lo que quiere el pueblo,
sabemos lo que piensa el pueblo y sabemos que el pueblo hará lo que sea
necesario para obtenerlo”.
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