No me gustó el discurso de Juan Goytisolo
FERNANDO ARAMBURU | 24/04/2015
Juan Goytisolo junto a los Reyes tras recibir el Premio Cervantes. Foto: Sergio Enríquez-Nistal.
Le concedieron el
Premio Cervantes a Juan Goytisolo. Bien. Ha escrito, ha trabajado, ha
reflexionado, forma parte de nuestra educación llamémosla intelectual.
Merece un reconocimiento. Su discurso no me gustó, tampoco las maneras.
Pero hay algo peor: la falta de coherencia y, quizá, quizá, de sinceridad.Un escritor que se define como estepario y después postula la intervención del intelectual en los asuntos de la sociedad incurre en una cruda contradicción. O estás en la estepa o estás en la urbe. Esta contradicción es de naturaleza menor; pero, en el caso de Juan Goytisolo, es una de tantas.
He visto en Twitter el recorte de periódico donde figuraba la pomposa declaración de Goytisolo, formulada a principios de este siglo, según la cual jamás aceptaría el premio que recibió ayer, cosa que estaría dispuesto a asentar por escrito ante un notario. Una bravuconada, como se ve, que no pasó a mayores.
Gusta Goytisolo de repetir, no sin cierta escasez de matices, que el escritor debe intervenir en la realidad. Yo, que también resido en el extranjero, me pregunto cuál es la realidad de un escritor que vive en Marruecos. Y también me pregunto si el referido escritor no podría intervenir en forma crítica en la realidad que lo rodea o que le es físicamente más cercana, en la cual, por cierto, se dispensa un trato vejatorio a las mujeres, a los homosexuales (él, declaradamente, lo es) y no hay libertad de opinión y, al menor desliz, lo espera a uno la cárcel, el látigo y cosas peores.
Es más fácil y menos peligroso indignarse en España y, sobre todo, contra España. Hay quien ha celebrado que Juan Goytisolo "enfadara" (sic) al PP, hazaña humilde donde las haya. ¿Esa es la tarea de un escritor español actual? ¿De un escritor, por añadidura, premiado? ¿Cobrar 125.000 euros (que supongo gravarán en Marruecos) y denunciar los recortes sociales y los desahucios? ¿Dar la mano al Rey con cara de dolor de muelas? ¿Someterse al rito pero hacer como que no, negándole el saludo, no sé, al adversario ideológico en quien recae actualmente la responsabilidad de conceder el premio? Si no das la mano, ¿a qué vas? ¿A protagonizar portadas de prensa y cobrar?
¿Con qué derecho puede un ciudadano condecorarse con el título de cervantino y a continuación señalar con el dedo a los que no merecen dicho honor? ¿Qué convicción permite vincular a Cervantes con Podemos?
Mi conclusión personal: no hay cosa más rancia y conservadora que la queja incesante. Y la queja es queja aunque el quejumbroso la embadurne de pomada contestataria. Estoy con Canetti: quien se queja, expresa que merece más y mejores cosas. Y estoy con Camus: di no a lo que te indigne, te irrite, te parezca injusto, pero no olvides decir a continuación sí, esto es, no olvides contribuir con algún elemento positivo. Si no, ¿qué has aportado? ¿Qué se puede aprender de ti, de tu trabajo, de tu quejumbre?
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