domingo, 27 de julio de 2014

JAPÓN EN BUSQUEDA DEL LIDERAZGO PERDIDO






Japón: Entre Estados Unidos y China
En busca del liderazgo perdido
                  Por Carlos Moneta

Tercer potencia económica mundial, sólo desplazada del segundo puesto por China, Japón  busca sobreponerse de la crisis económica y de los desastres naturales y nucleares que azotaron recientemente al país. Rodeado por una región colmada de tensiones por conflictos históricos territoriales, económicos y la injerencia de potencias externas, como Estados Unidos y Rusia, busca a través de la diplomacia económica contrarrestar tanto el ascenso de China como su dependencia de Estados Unidos. Pero en el camino deberá hacer frente a los cambios impuestos por el neoliberalismo en su sociedad: la reconfiguración de su estructura productiva y la precarización de sus trabajadores.

Notas destacadas:
La configuración del Japón de posguerra es asimétrica: una potencia económica que cuenta con una reducida talla política.
El Acuerdo de Asociación Transpacífico, de concretarse, contaría con una población cercana a los 660 millones de personas y representaría el 50% del PIB mundial.
Japón promueve la presencia de EE.UU. en Asia, pero de manera acotada, ya que coincide con China en la necesidad de preservar la autonomía de la región.

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La fortaleza de Japón, su resistencia a todo tipo de crisis así como su capacidad para reconstruirse, no comienza tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial sino a partir de la era Meiji (1868-1912), cuando se embarcó en un sostenido proceso de modernización con el propósito de alcanzar el nivel de desarrollo occidental. El archipiélago hoy sigue luchando por sobreponerse no sólo a la crisis económica sino también a las catástrofes tanto naturales como nucleares que azotaron al país.
Japón es la tercer potencia económica del mundo y juega, por lo tanto, un papel clave en la nueva configuración regional e internacional. Cuenta con un producto interno del orden del 8% del PIB mundial; es el primer acreedor internacional, con un patrimonio neto cercano a los 2.500 billones de dólares en tenencias externas, y dispone de 12.000 billones de dólares en ahorros, y participa actualmente del 5% del comercio global. Dispone además del 45% del parque robótico existente y es la segunda potencia en inversión y desarrollo, contando con la capacidad para generar los bienes de consumo de alto valor que se requerirán en el futuro.
Esta potencia, asimismo, logró preservar una inversión del orden del 3% del PIB en inversión y desarrollo a lo largo de la década del noventa, cuando su crecimiento fue cero, muy bajo o errático. Esto posibilitó la preservación de sus posiciones de liderazgo en el campo de la salud, el cambio climático, el uso de fuentes de energía alternativa, la electrónica digital, la tecnología de información y telecomunicaciones, pantallas de cristales líquidos, robots industriales y nanotecnología. Varias de esas áreas constituirán los principales ejes de inserción económica internacional de Japón en las próximas décadas.

La flexibilización de la economía nipona 

El modelo económico que caracterizó a Japón hasta fines del siglo XX, basado fundamentalmente en la intervención concertada del Estado en la economía, en una capacidad de ahorro abundante canalizada en la industria, y un sistema de educación igualitario, se encuentra ahora sometido a drásticos desafíos, dados las particulares transformaciones del sistema productivo internacional y transnacional.
Estos cambios involucran una reorganización de la vida social, como la incorporación plena de las mujeres al trabajo, el reciclaje de trabajadores en edad de retiro, la robotización y la medicina preventiva. La reducción de las inversiones en obras públicas, la pérdida del “trabajo de por vida” y un insatisfactorio funcionamiento de la democracia japonesa -que a través del largo período de dominio del Partido Liberal Democrático (PLD) privilegia políticas conservadoras y pierde la capacidad de adaptarse a los cambios externos- genera un importante grado de frustración social. La sociedad japonesa hoy se divide entre kachigumi (ganadores) y makegumi (perdedores).
Deja así de tener vigencia el modelo industrial que asombró en décadas pasadas al mundo, caracterizado por una estrecha relación entre la administración gubernamental y las empresas, la existencia de grandes grupos industriales cerrados y relaciones de trabajo organizadas a partir de un objetivo de estabilidad. La independencia financiera y estratégica alcanzada por las grandes corporaciones y la reducción de la competitividad en sectores en los cuales Japón no tenía casi competencia, como los productos electrónicos para el gran público, contribuyeron a su erosión.
La mayor competitividad del resto de Asia Pacífico ejercerá una presión sustantiva sobre la economía nipona, contribuyendo a la reconfiguración de la estructura productiva del país. Éste cuenta ahora con una nueva oportunidad: el notable crecimiento de la clase media de China, del Sudeste Asiático e India, que genera una fuerte demanda para la producción  japonesa. Japón, gracias a su inversión extranjera directa (IED), asistencia al desarrollo y su papel clave en la promoción del desarrollo industrial de la región, surge como uno de los primeros socios comerciales y financieros. Si bien China representa una competencia de primer orden, también constituye su principal socio comercial y espacio para la localización de sus principales empresas e inversiones, aportando más del 40% de los beneficios totales nipones.
El modelo japonés incorpora experiencia y recursos provenientes de fuentes externas, desarrollándose un mercado de trabajo exterior a las empresas. Asimismo, los jóvenes profesionales, más individualistas, desean incorporar experiencias de trabajo distintas y emigrar a otros horizontes. Estas situaciones orientan al modelo hacia la flexibilización laboral, con ventajas de competitividad para las empresas y las consecuencias nefastas para los trabajadores japoneses.
Shinzo Abe, primer ministro japonés, presentó un nuevo programa económico para reactivar la economía, prometiendo llevar adelante una expansión fiscal a gran escala, que permita alcanzar un crecimiento del PIB del 3%. Desde el punto de vista financiero, puso énfasis en la necesidad de combatir la deflación, para lo cual consideraba que el Banco Central de Japón debía llevar a cabo una expansión casi ilimitada de sus aportes (véase Makoto, pág.31).
El plan ha comenzado a rendir fruto, pero su evolución es aún incierta. Miembros del gobierno utilizan por primera vez en seis años, la palabra “recuperación” por el aumento del consumo privado y una mejora de la inversión empresarial. No obstante, Japón tuvo en 2013, por tercer año consecutivo, un déficit comercial, dado que la depreciación del yen, si bien benefició las exportaciones, también encareció las importaciones, particularmente las de energía y no se ha logrado aún uno de los objetivos más importantes: incorporar plenamente las Pymes al comercio exterior por vía de apoyo y guía que debería ser provisto por las empresas transnacionales japonesas.

La estrategia: valores culturales y realpolitik 

Tras la Segunda Guerra Mundial,  Japón asumió un papel de “presencia occidental” en Asia Pacífico jugando simultáneamente un rol fundamental en la construcción económica regional. Esos logros desea preservarlos a través del estimulo de la presencia de Estados Unidos, pero de manera acotada, ya que más allá de diferencias con China, coincide en la necesidad de afirmar la identidad y un grado importante de la autonomía de la región. La declarada política nipona de “participación y compromiso constructivo” en Asia Pacífico y la actual orientación de la política exterior china, coinciden en la voluntad de evitar tensiones mayores, que perjudiquen su relación bilateral.
Contribuir a orientar el potencial que representan China e India, de una manera que, según sus valores e intereses considere constructivo para la estabilidad y el crecimiento sustentable de Asia y del mundo, constituye un tema de importancia para Japón. Forma parte de esa tarea la promoción de ciertos valores en Asia Pacífico –democracia, derechos humanos y el imperio del derecho- y forjar, junto a otros países, un desarrollo regional estable, basado en el entendimiento y la cooperación mutua.
En ese contexto, acercarse a la lógica que guía la política exterior del país requiere tener en cuenta los factores culturales: ¿cuál es la autopercepción de Japón sobre su lugar y función en el mundo? ¿Cuáles son sus valores?
La configuración del Japón de posguerra es asimétrica: una potencia económica que cuenta con una reducida talla política. De acuerdo a su ethos, procura alcanzar y mantener un “lugar honorable” en el mundo y merecer el respeto de las demás potencias. Pero hoy se ha erosionado su sentido de la unicidad ya que los cambios introducidos por la globalización está transformando los valores y formas de vida de las nuevas generaciones. Quizás esta situación constituya hoy su mayor desafío.
Japón se anima ahora a invertir una parte considerable de su liderazgo en la construcción de un sistema de integración regional. Pero no resultará fácil por el ascenso chino, los conflictos territoriales históricos con esta potencia, con Corea del Sur y con Rusia, las tensiones con Corea del Norte y, por último, las diferencias de perspectivas respecto a los procesos de integración regional.
Su dependencia de Estados Unidos en términos de seguridad y la década económicamente perdida en los noventa se convierten en una pesada carga, lastrando su autonomía y capacidad de maniobra en el sistema internacional. Comprende que de ese peso sólo podrá librarse si adquiere todos los recursos de un país desarrollado contemporáneo. Posee un alto nivel tecnológico, empresas transnacionales y enormes inversiones y dividendos externos, pero necesita incrementar su potencial militar y asumir nuevamente el crecimiento. La interacción de esas pulsiones y procesos genera una crónica inestabilidad política interna.
Japón debe participar activamente en la construcción de un mundo estable y pacífico, constituyendo ésta una condición necesaria para la prosperidad del país. En ese marco, surge la necesidad de que se superen las tradicionales visiones introspectivas y que con el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea (con la cual está negociando un tratado de libre comercio) haga uso de sus fortalezas, no solo en Asia Pacífico, sino más allá de la región. Con un enfoque más moderno, se propone que esa tarea se lleve a cabo con la participación de distintos actores de su sociedad, que incluirían, además del Estado, a las organizaciones no gubernamentales, empresas, gobiernos locales y otros agentes.

Diplomacia económica y estratégica

Japón observa cómo ahora debe compartir su posición de líder regional con China. Por esa razón el país debe desarrollar una diplomacia proactiva hacia Asia Pacífico, que incluya a su vez el mantenimiento de su relación de seguridad estratégica con Estados Unidos.
Al configurar actualmente el espacio asiático un área de confluencia entre potencias externas y países de la región, Japón enfatiza su deseo de fortalecer bilateralmente la cooperación con los países vecinos (China, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, India), prestando, asimismo, particular atención a la diplomacia multilateral. De igual manera, cabe destacar que la visión nipona sobre el sistema internacional y los instrumentos utilizables para la política exterior se tornan más complejos y sofisticados, procurando incorporar de manera más efectiva para su ejercicio, distintas organizaciones y actores sociales y transnacionales.
Surge ahora, el concepto de “múltiples redes interactivas” en distintos campos. En el caso de Asia Pacífico, pueden establecerse mediante redes multilaterales de diálogo con entes como la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN); la Comunidad de Asia del Este (EAS); el Foro Regional del ASEAN (ARF) y, con carácter transpacífico, la Conferencia de Cooperación de Asia Pacífico (APEC).
Se cuenta además con distintos acuerdos de libre comercio como la “Asociación Económica Regional Integral” (en negociación), que incorpora a Japón, China, Corea, ASEAN, Australia, India y Nueva Zelanda y constituye el mayor espacio de integración asiática incorporando a 3.200 millones de personas y representando un 44% del comercio intrarregional.
Pero Japón, en el plano transpacífico -al igual que varios países del Sudeste Asiático, Australia, Chile, Perú, México y Canadá- está simultáneamente negociando el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), conducido por Estados Unidos. Este proyecto ultra-avanzado de liberalización del comercio, de concretarse, contaría con una población cercana a los 660 millones de personas y representaría el 36% del comercio y el 50% del PIB mundial (1).
El TPP le permitiría a la gran potencia norteamericana contar con un acuerdo que actúe como cuña en los esquemas de integración asiáticos, fragmentándolos mediante la incorporación de Japón, Vietnam y otros países de ASEAN. El Acuerdo forma parte en el ámbito económico, del nuevo enfoque estratégico estadounidense de “pivote” sobre Asia, percibida ahora como un área de “importancia estratégica vital”, que debería servir de “contrapeso” al ascenso económico de China en el mundo. Así Japón se desliza, en una cuerda floja, entre Estados Unidos y China.
En ese contexto,  se establece un delicado juego de equilibrios cambiantes en la Cuenca del Pacífico, a partir de las interacciones que se suceden entre las potencias locales –China, Japón e India (en los cuales intervienen también Corea del Sur, Australia y otros países de la región)- y las “externas” en el marco regional y global, Estados Unidos y Rusia. Surgen así múltiples juegos, tanto de “cooperación-competencia” en el campo económico, como de “cooperación-conflicto” en el ámbito geoestratégico. Así, por ejemplo, las interacciones Japón-ASEAN están en parte, limitadas por las correspondientes a ASEAN-China. En otro ámbito, Tokio percibe a Nueva Delhi como un aliado estratégico frente a Pekín, pero mantiene simultáneamente interacciones en las dos dimensiones citadas con China (cooperación científico-tecnológica y competencia por mercados en los países en desarrollo).
Japón cuenta con los recursos y los conocimientos necesarios para su adaptación a los nuevos desafíos; todo depende de los caminos que elijan sus gobernantes y su sociedad.



         Carlos Moneta, “Los Mega Acuerdos Transrregionales: uno de los instrumentos principales de la actual fase de globalización económica”, Centro Interdisciplinario de Estudios Avanzados, UNTREF.