Los testimonios en el juicio a Ríos Montt muestran que la represión fue sistemática
La coincidencia en la mayoría de denuncias evidencia que las atrocidades cometidas por el Ejército durante la dictadura en Guatemala respondían a una estrategia preconcebida
José Elías,
Guatemala, de “El PAIS” de Madrid,
25 MAR 2013.
En la quinta jornada del juicio por genocidio y delitos de lesa humanidad que se sigue en Guatemala contra el ex dictador Efraín Ríos Montt,
los relatos de los testigos repiten, como la gota de agua que termina
por romper la roca, los horrores perpetrados por el Ejército contra la
población civil durante la guerra librada entre 1960 y 1996, y cuya
violencia alcanzó sus más altas cotas entre 1980 y 1986. La coincidencia
en la mayoría de denuncias evidencia que los hechos, lejos de ser
excesos aislados difícilmente evitables en una guerra, responden a una
estrategia diseñada en los cuarteles.
“Agradezco la posibilidad de hablar al mundo bajo la luz del sol,
para que se conozcan todas estas atrocidades”, declaró el viernes
Gabriel de Paz Guerra. En su testimonio, uno de los pocos en español,
este superviviente relató cómo los militares ocupaban las aldeas y
consumían las cosechas y aves de corral de los pobladores, mientras
estos se veían obligados a buscar refugio en la selva, donde tenían que
comer hierbas, “como las vacas”. Añadió que su abuela Catarina, de 78
años, “murió de hambre y frío”. Y cerró su relato con una frase
lapidaria: “Nunca supimos por qué éramos víctimas de las persecuciones.
Nunca se nos dijo nada”.
Este lunes el juicio se reanudó con similares relatos de horror. “Los
soldados amarraron a los vecinos. Los torturaron por horas. A muchos
los mataron después a cuchilladas”, contó Juan Raymundo, primer testigo
de la jornada. La presentación de testimonios por parte de la Fiscalía
continuará hasta escuchar a los 205 supervivientes propuestos y luego
llegará el turno de la defensa.
Una de las “virtudes” de este juicio radica en que se ha superado el miedo que silenció a las víctimas durante décadas. Ya el informe Nunca Más, del obispo Juan Gerardi, asesinado en 1998,
apuntó a ese terror como uno de los cimientos de la impunidad que
durante décadas ha protegido a los perpetradores de estos crímenes de
lesa humanidad. “El miedo y la valoración de los riesgos fue un problema
importante en los lugares donde se había dado un gran nivel de
violencia contra la población civil; pero lo fue aún más (…) en los
lugares que, a pesar de no haber vivido la guerra en una forma tan
abierta, la gente había sufrido una mayor presión de la militarización
en la vida cotidiana”, se lee en la presentación de la obra.
La desclasificación por parte del Departamento de Estado de EE UU de
los planes de campaña Sofía y Victoria 82, cuya existencia fue
sistemáticamente negada por los gobiernos militares, confirma la
apreciación. “El plan Victoria 82 es una colección de comunicaciones
entre el Estado Mayor General del Ejército y los comandantes que
realizaron operaciones de guerra (…) Sofía es considerado como uno de
los elementos operativos para cumplir con el Plan de Campaña Victoria
82, que establecía aumentar las unidades militares en las áreas de
conflicto, destruyendo la base de apoyo social de la insurgencia”, declaró Kate Doyle, analista del Archivo de Seguridad Nacional con sede en la Universidad George Washington, en la capital estadounidense.
Mientras tanto, asociaciones como la ultraconservadora Asociación de Veteranos Militares de Guatemala (Avemilgua)
insisten en desviar la atención buscando recovecos legales, como el
alcance del término “genocidio”, o presionando para que se aplique la
amnistía a los militares implicados. Sin embargo, Guatemala ha firmado
convenios internacionales según los cuales los delitos de lesa humanidad
no prescriben nunca.
Link Original: http://internacional.elpais.com/internacional/2013/03/25/actualidad/1364240887_390204.html