"EL DERECHO A LA VIDA, LA
LIBERTAD Y LA BUSQUEDA DE LA FELICIDAD"
Por: Olga Pellicer
Publicado en:
Revista Proceso
Día de publicación:
27/enero/2013
México, D.F.
La conquista de un
segundo periodo presidencial para Barack Obama llenó de satisfacción a muchos.
No estaban equivocados. El discurso pronunciado en su toma de posesión
demuestra hasta donde el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos
también representa las mejores tradiciones de la democracia americana. En
momentos en que tales tradiciones se encuentran bajo el asedio de sectores
ultraconservadores -encabezados por movimientos como el Tea Party o los Minute
Men que salen a cazar indocumentados- Obama retomó los valores de los llamados
“padres fundadores”.
Hace más de
doscientos años, aquellos pusieron en los documentos fundacionales de los
Estados Unidos “que todos los hombres son creados como iguales, que reciben del
Creador ciertos derechos inalienables, y que entre estos están los derechos a
la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad”. Estableciendo un
puente con el presente, Obama recordó que esos valores son “evidentes” pero
nunca se “han realizado por sí mismos”. A lo largo de la historia de los
Estados Unidos, se ha requerido de la acción colectiva para preservarlos.
Ese fue el punto de
partida para un discurso cuyo eje central fue el llamado a la acción a favor de
la igualdad y la justicia social. Una pieza oratoria, brillantemente escrita,
sitúo a Obama en la vertiente más progresista del espectro político estadunidense.
De esa manera, inicia el segundo periodo con un compromiso, más fuerte que en
el pasado, con las medidas que permitan “a los trabajadores honestos recibir un
salario que pueda sacar a sus familias del sufrimiento, en el que una niña,
nacida en la más sombría pobreza, sepa que tiene las mismas oportunidades que
cualquiera… en que encontremos una mejor forma de acoger a los esforzados y
esperanzados inmigrantes que todavía ven América como la tierra de las
oportunidades”.
El discurso casi no
abordo temas de política exterior, sin embargo su corta referencia fue muy
esperanzadora al pronunciarse por la búsqueda de la paz. En efecto, enfatizó su
compromiso de resolver las disputas internacionales de manera pacífica “porque
creemos que el entendimiento puede eliminar de forma más duradera las sospechas
y los miedos”.
De otra parte, fue
notorio su compromiso, el cual no había sido asumido durante la campaña
electoral, con la lucha contra el cambio climático. “Algunos pueden todavía
negar el contundente juicio de la ciencia, pero nadie puede evitar el
devastador impacto de los incendios masivos, las monstruosas sequías y las
tormentas más poderosas”. Por ello, advirtió que “el camino hacia las fuentes
de energía sostenibles será largo” pero, añadió, “Estados Unidos tiene que
estar al frente” .
Cabe señalar que no es trivial haber insistido en la igualdad y la
justicia social cuando la evolución que siguen los principales países
industrializados de occidente, incluidos los Estados Unidos, se dirige exactamente
en la dirección opuesta. La crisis económica ha acelerado la concentración de
la riqueza en unos cuantos, ha golpeado duramente a las clases medias y ha
ensanchado el número de aquellos que se encuentran en situación de pobreza.
Estados Unidos es el
país rico que tiene un porcentaje más alto de su población en situación de
pobreza. Se calcula una cifra de 46 millones que lejos de reducirse ha crecido
durante los últimos años. Asimismo, la clase media, ese amplio sector en el que
mejor se expresaban los ideales del “sueño americano” ha visto evaporarse sus
buenos niveles de bienestar. Sus ingresos han disminuido y sus expectativas se
han limitado. El encarecimiento de la educación superior, por ejemplo, es uno
de los factores que mayormente golpea a quienes ahora tienen que ahorrar
durante años para poder mandar a su hijo a la universidad.
Tiene toda la razón
Obama cuando señala en su discurso que un país igualitario no puede triunfar
“cuando a muy pocos les va muy bien mientras que a una mayoría cada vez más
amplia le va cada vez peor”. Es alentador que se pronuncie contra ese estado de
cosas. El problema no son las palabras, aunque estas valen para fijar
posiciones, sino la posibilidad real que tendrá de revertir el proceso hacia la
desigualdad que es la nota distintiva de las tendencias económicas de los
últimos años.
Obama se encuentra
en una posición mejor que en el primer periodo, sólo relativamente. Cierto que
el desempleo se ha detenido y la economía ha comenzado a crecer pero los
niveles de deuda pública son demasiado elevados y los presupuestos, con todas
sus consecuencias para los grupos vulnerables, tendrán que ser austeros. La
oposición republicana que domina la Cámara de Representantes no da visos de
ceder en su voluntad de reducir la acción gubernamental.
Los enfrentamientos
que se darán en torno a la reforma migratoria serán un botón de muestra de los
problemas que vienen. Los republicanos están dispuestos a considerar posiciones
menos duras que en el pasado (necesitan del voto latino). Pero esto no
significa que dejen de ser muy selectivos en el tipo de inmigrantes que desean
legalizar ni que sean muy terminantes por lo que toca a fortalecer la frontera
para evitar que lleguen más indocumentados.
La batalla para acercarse a la igualdad de
oportunidades que está en el corazón mismo de los instrumentos fundacionales de
la Unión americana será muy ardua. Esperar que dicha igualdad sea efectiva para
los esforzados y esperanzados inmigrantes es quizá ilusorio. Ya es algo, sin
embargo, que Obama haya demarcado claramente el espacio ideológico en que se
encuentra. Veremos si durante los próximos cuatro años puede recuperar la
esperanza en el derecho de todos a la vida, la libertad y la búsqueda de la
felicidad