Los crímenes de lesa humanidad del gobierno de Nicolás Maduro
Tamara Suju
LA OPINIÓN DE
Tamara Suju
@TAMARA_SUJU
TAMARA SUJU
22 DE AGOSTO DE 2017 09:00 AM | ACTUALIZADO EL 22 DE AGOSTO DE 2017.
"Confieso que TRANSCRIBIR cientos de relatos de víctimas
de tortura en Venezuela y su sistematización me ha puesto el “cuero
duro”, pues no puedo dejarme embargar por la indignación y la rabia para
escribir lo más metódico y objetivo posible los informes.
El pasado jueves 17 de agosto entregué a la Corte Penal
Internacional 22 nuevas incidencias de torturas, que contienen un número
aproximado de 110 víctimas directas y un número no cuantificado de
víctimas silenciosas, esas que son torturadas junto a las que sí
denuncian, pero que el pánico, quizás la vergüenza y la gran
intimidación de sus victimarios, no le permiten hacerlo. Tengo año y
medio escribiendo los gritos del horror en mi país para mi expediente en
la Corte, y cuando pienso que ya nada puede alterarme, surgen
testimonios que me doblan de rabia, de estupor.
Uno de ellos es el de Wuilly Arteaga, el violinista de
las marchas, detenido y torturado por efectivos de la Guardia Nacional
Bolivariana, quien narró cómo el día de su arresto, mientras era
trasladado, le practicaban actos lascivos y violación por el ano a una
muchacha que también habían detenido y habían tirado encima de él para
atacarla y abusar de ella. Aunque ya he transcrito por lo menos dos
casos parecidos, escucharlo de la boca de este valiente joven, sometido a
torturas y herido de perdigón solo por tocar su violín en las
manifestaciones, me provocó un gran escalofrío en el alma.
Me niego a acostumbrarme al silencio que viene después
del breve escándalo que casos como este causan en nuestra sociedad. Me
niego a que esa “muchacha” no obtenga justicia, y sus violadores no sean
enjuiciados y apresados. Me niego a que cada gánster que mantiene
secuestrada a Venezuela a punta de armas, persecución y represión,
encarcelamiento, asesinatos, torturas, tratos crueles, desapariciones
forzosas, allanamientos ilegales, pillaje, ataques a la propiedad
privada de quienes manifiestan, entre otras violaciones de derechos
humanos y crímenes de lesa humanidad, no sea juzgado y pague por sus
crímenes.
A Carolina (nombre en reserva) la arrodillaron a mitad
de la carretera un día de julio y le pusieron en fusil en la cabeza. Su
ropa estaba hecha harapos, después de que varios guardias la golpearon y
la trataron de violar, manoseándola violentamente en todo su cuerpo.
Pensó que la mataban, mientras permanecía de rodillas llorando y el
pánico le corría por las venas, y sentía el fusil en su cabeza, pero
terminaron aplicándole descargas eléctricas, en la nuca, en los senos,
en sus partes íntimas mientras le gritaban “guarimbera” por manifestar.
Marta (nombre en reserva) sentía que se desgarraba por
dentro, mientras recibía golpes con tubos y palos en sus costillas, en
su abdomen, en su espalda, en sus piernas, colgada por sus muñecas
esposadas de una columna en la sede del comando de la Guardia Nacional,
tocando el piso solo con las puntas de los pies, sintiendo cómo se le
hacía más dificultoso respirar y todo se le ponía negro, pero aun así
podía percibir el odio y la violencia con el que cada guardia le daba
golpes sin piedad.
Enmanuel Barrio se negó a manosear (practicar actos
lascivos) a sus compañeros detenidos, para espectáculo de los guardias
nacionales que los obligaban a tocarse entre sí, luego de que los
golpearan de forma salvaje. Por negarse, trataron de violarlo con un
tubo. Arrodillado junto a los demás, esposado y con las manos atrás, le
echaron polvo de las bombas lacrimógenas en los ojos y siguieron
golpeándolo, una y otra vez…Por manifestar y pedir libertad para su
país.
Carmen Ángel le pedía al guardia que no le pegara más,
mientras sangraba copiosamente por la herida abierta que el oficial le
había hecho en el cráneo con el casco y la culata del arma con que la
golpeaba, y mientras la sangre corría por su rostro se dio cuenta de que
no era uno, sino 4 o 5 los que la golpeaban y le daban puntapiés al
mismo tiempo. Le dieron cachetadas, le fracturaron dedos de la mano al
tratar de protegerse la cabeza, pero lo peor para Carmen fue ver el odio
con el que los torturadores la llamaban "guarimbera".
El capitán Jesús Alarcón está preso en una cárcel civil
hace ya más de tres meses. Antes fue torturado en “la Tumba” que tiene
la División de Contrainteligencia Militar en Boleíta, Caracas, y en la
cárcel militar de Ramo Verde. Recibió descargas eléctricas, asfixias con
bolsas plásticas, palizas en todo el cuerpo y torturas “blancas”. Hoy
está encerrado en una especie de jaula con barrotes, como las que se
usan para animales en los zoológicos, sin agua ni electricidad, sin
baño, solo con una letrina, por donde salen todo tipo de insectos, y lo
que es peor, sin alimentos. Agua de lentejas es la dieta impuesta desde
hace días para todos los presos, que han bajado entre 15 y 25 kilos de
su peso corporal. Cuando los alimentan con otra cosa, la porción es
miserable, a veces descompuesta, a veces con gusanos. Desde que llegó no
lo sacan al sol y en la jaula no puede realizar ningún tipo de
actividad física que lo ayude a mantenerse en forma. Jesús está muy
débil. Y lo que es peor, solo tiene permitido ver a sus pequeñas hijas
una vez al año, el Día del Padre, según le dijeron.
A Briggitte Herrera la golpearon salvajemente aquel día
en la UPEL. La apuntaron con el arma en la cabeza y luego le dieron
golpes con la culata, con tubos y palos, con los cascos de los
funcionarios y fuertes puntapiés en todo el cuerpo. Fue objeto de actos
lascivos e intentaron violarla con un tubo, y junto a las demás jóvenes,
recibió cachetadas en el rostro para causarle el mayor daño posible,
dejándola con fuertes hematomas, mientras la amenazaban de muerte. 29
jóvenes fueron torturados junto con Briggitte esa noche, por un número
no cuantificado de funcionarios. Los muchachos fueron trasladados a dos
cárceles, El Dorado y la 26 de Julio, y ahí ha continuado la tortura.
Sin atención médica para las graves heridas sufridas, con muy escasa
alimentación, con el paludismo y la malaria dándoles vuelta; ya hay
denuncias de contagiados. Hay quienes sufrieron heridas abiertas en la
cabeza que no han sido atendidas e incluso uno de ellos estuvo vomitando
sangre los primeros días.
Podría pasarme días escribiéndoles los horrores que
miles de venezolanos han sufrido los últimos meses y años. A mí no me
queda ninguna duda sobre los crímenes de lesa humanidad que comete el
régimen de Maduro. ¿Y a usted?
La narcodictadura está dispuesta a matar, encarcelar y
torturar de las formas más viles y sanguinarias a los venezolanos que
manifiestan en las calles y se oponen a ser sometidos al régimen que
pretenden imponer. Responsablemente le digo a la comunidad internacional
que los venezolanos no pueden luchar solos y con las herramientas de
una democracia, como es el voto, contra un régimen que está dispuesto a
matarlos, encarcelarlos, torturarlos y hasta desaparecerlos, tal como
sucede actualmente con algunos detenidos. Esto sin tomar en cuenta las
cifras de decesos por desnutrición, por falta de medicinas y condiciones
precarias de los centros de salud, que ni alcohol tienen para
desinfectar. El régimen lucha por mantenerse en el poder a costa de lo
que sea. Los venezolanos luchan por vivir en libertad y democracia. No
nos dejen solos."