El nuevo dividendo digital de China
La
integración de China en la cadena de valor global se producirá cada vez
más en espacios digitales. Por más emocionante que sea esa
transformación, también será peligrosa.
En
las últimas cuatro décadas, China ha pasado de ser un proveedor de
salarios bajos a convertirse en uno de los tres eslabones más
importantes en la cadena de valor global, junto con Estados Unidos y
Alemania. A pesar de los crecientes temores sobre la deuda corporativa
de China -que ahora está cerca del 170% del PIB- y su capacidad para
eludir la trampa del ingreso medio, la rápida digitalización le
permitirá a la economía china seguir ascendiendo en la cadena de valor.
Luego
de su «apertura» estratégica hace casi 40 años, China ofreció una
fuente abundante de tierra y mano de obra barata, que le permitió
alcanzar economías de escala en la fabricación de productos de consumo.
Luego, a medida que China avanzó hacia una condición de ingreso medio,
se convirtió en un importante mercado de consumo en sí mismo.
En
2012, los actuales líderes de China reconocieron que el «dividendo
demográfico» del país había llegado a su fin: la economía china estaba
alcanzando su «punto de inflexión de Lewis», momento en el cual el
exceso de mano de obra se agotaría y los salarios comenzarían a subir.
Y, al mismo tiempo, el «dividendo de la apertura» también estaba
alcanzando la madurez y topándose con barreras proteccionistas en todo
el mundo.
China
todavía puede ingresar en nuevos mercados a través de esfuerzos como la
«Iniciativa de un cinturón, una ruta», pero con un costo considerable.
En definitiva, sustentar un crecimiento rápido exige seguir subiendo en
la cadena de valor global, mediante la implementación de reformas
económicas y poniendo un foco en las nuevas tecnologías.
El
décimo tercer Plan Quinquenal del gobierno chino (2016-2020) reflejó su
compromiso con la asignación de recursos por parte del mercado y la
reducción de los costos de hacer negocios. Y en 2015, las iniciativas
«Hecho en China 2025» e «Internet Plus» de las autoridades señalaron la
determinación de llevar la base industrial del país a la era de
Internet. En conjunto, los dos planes apuntan a integrar la inteligencia
artificial (IA), la robótica y las redes sociales en los procesos de
fabricación, y a digitalizar la economía y la sociedad de China.
Desde
2015, China ha tomado la delantera en el comercio electrónico a nivel
mundial. Las compras online representan el 18% de las ventas minoristas
totales, comparado con apenas el 8% en Estados Unidos. Las tres
principales plataformas tecnológicas de China -Baidu, Alibaba y Tencent-
han crecido a punto tal que están empezando a competir con gigantes
tecnológicos globales con sede en Estados Unidos como Amazon, Apple,
Facebook, Google y Netflix.
Es
más, según iResearch, los pagos móviles en China ya representan 5,5
billones de dólares, aproximadamente 50 veces más que los de Estados
Unidos. En la mayoría de las ciudades chinas, las aplicaciones de
billetera electrónica en teléfonos celulares están sustituyendo el
efectivo como el principal método de pago.
El
salto de China a la era digital se vio facilitado por una combinación
de tecnologías físicas y digitales y nuevos modelos de negocios. Según
un estudio reciente de Bruegel, China ya invierte más en investigación y
desarrollo, como porcentaje del PIB, que la Unión Europea; y ahora
produce tantas publicaciones científicas como Estados Unidos y más
doctorados en ciencias naturales e ingeniería. Y, al modernizar el
intercambio de información y facilitar la coordinación de tareas
complejas, la aplicación de redes sociales WeChat de China -con 938
millones de usuarios en el primer trimestre de 2017- ha contribuido a
alzas de productividad antes inimaginables.
Según
el Boston Consulting Group, los modelos de negocios de las plataformas
de comercio electrónico chinas han evolucionado de manera diferente que
en Occidente, ya que respondieron al vertiginoso poder adquisitivo y
entusiasmo por la innovación de los consumidores chinos. Al haber sido
impulsadas por el gobierno a experimentar con modelos de negocios
basados en Internet, las empresas chinas están cambiando drásticamente
las prácticas tradicionales. Y eso está pasando tan rápidamente que
hasta el gobierno ahora se siente presionado a estar a la misma altura,
adoptando nuevas tecnologías como blockchain e IA.
Los
pagos electrónicos son un factor clave a la hora de reducir los costos
de los negocios y las transacciones en China, porque mejoran la
eficiencia en el sector minorista, donde los precios pueden ser
inclusive más altos que en Estados Unidos aun cuando los productos se
fabriquen en China. Pero el surgimiento del fraude y los fracasos de
algunas plataformas «peer to peer» (P2P) hablan de la necesidad de
regulaciones más estrictas para mantener la estabilidad sistémica.
En
la medida que más actividades se vayan digitalizando, la integración de
China en la cadena de valor global se producirá cada vez más en
espacios digitales. Los productores chinos pueden usar impresoras 3D,
robotización y aplicaciones de Big Data e IA a nivel local, y al mismo
tiempo entrar en los mercados globales y traer ideas y capacidades del
exterior. Hoy existen posibilidades infinitas de dividir la producción y
el consumo en etapas separadas. Pero esto también implica que los
muchos éxitos de la nueva economía digital estarán acompañados por
muchos fracasos.
Por
cierto, los responsables de las políticas en China tendrán que
enfrentar varios «dilemas digitales» en los próximos años. Muchas
empresas de servicios públicos en China -como las aerolíneas, los
trenes, los puertos y las telecomunicaciones- son entidades de un solo
producto administradas por empresas estatales (SOE por sus siglas en
inglés). Sin embargo, los nuevos gigantes tecnológicos son plataformas
de múltiples productos y de onmicanalidad que atraviesan todos los
sectores, incluyendo la producción, la distribución, los pagos y, cada
vez más, la gestión de la riqueza.
Como
en un juego de Go, los líderes de China tienen que mover las piezas del
país -es decir, realizar cambios en los modelos de negocios de las SOE-
en el lugar correcto, en el momento correcto y de una manera
coordinada. Las quejas superficiales sobre el ritmo lento de las
reformas de las SOE ignoran el desafío estratégico de crear una
competencia productiva en el espacio digital entre las SOE y los
gigantes tecnológicos que cotizan en bolsa.
Los
gerentes de las SOE pueden argumentar convincentemente que las
regulaciones pesadas los colocan en desventaja competitiva, y que los
gigantes tecnológicos los están superando al aprovechar las
telecomunicaciones, el transporte y los canales financieros
administrados por el Estado. Los gigantes tecnológicos, mientras tanto,
dicen que si pudieran avanzar más rápidamente en áreas de producción y
distribución ineficientes, en particular los pagos móviles, el
crecimiento de la productividad se aceleraría.
Otro
dilema es que la digitalización es buena para los consumidores, pero
posiblemente mala para el empleo y la estabilidad social. En una «China
digital» forzosamente habrá ganadores y perdedores. Pero cuanto antes
los trabajadores desplazados puedan adaptarse a las nuevas realidades,
más saludable será el sistema.
La
transformación de China en una economía basada en el conocimiento que
ocupe una posición central en la cadena de valor global en definitiva
arrojará un «dividendo de reforma». Pero por más emocionante que sea esa
transformación, también será peligrosa. Nunca antes una economía tan
grande ha experimentado un cambio de tan amplio alcance en tan poco
tiempo.
Fuente: Project Syndicate