El gobierno chino decidió apoyar la construcción de grandes obras de infraestructura en América Latina
27 Octubre 2016 14:26
Ulises Noyola Rodríguez. Investigador. CLACSO / ALAI
La
caída de los precios de las materias primas evidencia la fragilidad de
la relación económica entre China y América Latina que en la actualidad
registra una importante desaceleración en las transacciones comerciales,
situación de la cual Estados Unidos busca sacar ventaja a fin de
reposicionarse en la región.
El
gobierno chino decidió apoyar la construcción de grandes obras de
infraestructura en América Latina, que seguramente serán edificadas con
materiales provenientes del gigante asiático por medio de la creación de
diversos fondos de infraestructura con los gobiernos latinoamericanos
que alcanzaron un total de 45,000 millones de dólares en 2015.
De
esta manera, el interés que el gigante asiático mantiene hacia América
Latina está enfocado básicamente en el financiamiento de proyectos de
infraestructura que garanticen la provisión de materias primas. La
puesta en marcha de ambiciosas iniciativas de alcance continental para
transportar los recursos naturales de la región hacia el Pacífico así lo
evidencia.
La
construcción del Canal de Nicaragua, por su parte, cambiará la relación
geopolítica de China con América Latina, ya que el tránsito de
mercancías será realizado con el apoyo de la seguridad proporcionada por
el gobierno nicaragüense, con lo cual, Washington no tendrá ningún tipo
de control militar sobre esta zona a partir de 2020[1].
No
obstante, la construcción de infraestructura en América Latina derivada
de las inversiones de China no conseguirá aumentar sustancialmente el
valor agregado de las exportaciones latinoamericanas, pues esos
proyectos de inversión sólo aseguran una alta rentabilidad de corto
plazo. Esta situación no modificará la estructura primario-exportadora
de los países latinoamericanos[2].
Por
añadidura, las nuevas relaciones estratégicas que China ha logrado
consolidar con varios países de Asia y el Medio Oriente (Rusia, Arabia
Saudita e Irán) con el fin de diversificar sus fuentes de suministro de
recursos naturales estratégicos, intensificará la competencia con los
países latinoamericanos por el mercado chino.
En
este sentido, la sobreproducción de petróleo impulsada por la
competencia internacional sigue acentuando la tendencia deflacionaria
del precio del petróleo cotizado actualmente a un precio de 50.35
dólares el barril en los mercados internacionales, que terminó por
disminuir aún más el ritmo de crecimiento de las economías
latinoamericanas.
Los
intentos de los países miembros de la Organización de los Países
Exportadores de Petróleo (OPEP) por estabilizar el precio del petróleo
resultan aún insuficientes. El cartel petrolero y Rusia acordaron una
reducción de la producción de 700,000 barriles por día, cifra que
representa solamente 1% de la producción mundial de petróleo[3].
Adicionalmente,
las empresas exportadoras chinas intensivas en trabajo con problemas de
sobrecapacidad registran una desaceleración de la demanda de materias
primas provenientes de América Latina, lo cual dificulta el
relanzamiento de la relación comercial con el gigante asiático.
La
presión de Washington sobre Beijing provocó el compromiso del gobierno
chino de reducir un 13% del exceso de la capacidad productiva durante el
período 2014-2020 en la pasada cumbre del G-20, por lo tanto, no es
previsible un aumento sustancial de la demanda de materias primas por
parte de empresas exportadoras[4].
Por
otro lado, las empresas exportadoras chinas también acentúan la
tendencia deflacionaria en la economía mundial dado el precio reducido
de sus mercancías comercializadas en los mercados internacionales en los
sectores productivos que operan con sobrecapacidad.
El
precio reducido de las mercancías producidas por las empresas
exportadoras chinas en los sectores intensivos en trabajo tienen una
fuerte penetración en los países latinoamericanos, lo cual afecta la
rentabilidad de las empresas latinoamericanas, ya que disminuye la
producción nacional, la inversión privada y la generación de empleos.
De
esta manera, las empresas latinoamericanas ya iniciaron demandas
antidumping por prácticas inequitativas de competencia comercial de
parte de las corporaciones chinas pues éstas reciben el apoyo de su
gobierno a través de ayudas estatales bajo la forma de inversión
pública, subsidios y créditos bancarios[5].
Las
consecuencias serían graves para las empresas chinas con la disminución
de las importaciones de los países latinoamericanos provenientes de
China, que ya recibieron las restricciones comerciales de Estados Unidos
y desacelerarían aún más las transacciones comerciales entre China y
América Latina.
La
respuesta del gobierno chino fue atenuar los efectos regresivos de la
sobrecapacidad de los sectores intensivos en trabajo a través del
aumento del consumo por medio de incrementos salariales, prestaciones
sociales y servicios públicos, con el fin de crear una clase media
favoreciendo la demanda de alimentos provenientes de América Latina.
Sin
embargo, la deslocalización productiva de las empresas chinas en los
países asiáticos con salarios inferiores amenaza con destruir los
esfuerzos del gobierno chino de cambiar la estructura del nuevo modelo
productivo basado en la demanda interna, lo cual limitaría el aumento de
los salarios y la demanda de alimentos en China[6].
Las
dificultades económicas de los países latinoamericanos para apoyar las
exportaciones con destino al gigante asiático provocaron un acercamiento
comercial de las economías más grandes de la región como Brasil y
Argentina con Estados Unidos.
Este
acercamiento comercial con Estados Unidos podría ser el primer paso
para abrir las negociaciones sobre la incorporación de los países
latinoamericanos con un mayor peso económico en América Latina a los
proyectos de integración (TPP y Alianza del Pacífico) impulsados por
Washington.
La
consolidación de los proyectos de integración apoyados por Estados
Unidos permitiría recuperar el terreno perdido en la participación de
las exportaciones latinoamericanas que pasó de 60 a 40% durante el
período 2000-2014 con el ascenso de China como primer socio comercial de
varios países latinoamericanos principalmente en el Cono Sur[7].
Sin
embargo, el retraso de la aprobación del TPP en el Congreso
norteamericano debido a las consecuencias perniciosas para la industria
local, el nivel de los salarios y la pérdida de empleos, pone en
cuestión la capacidad de Washington de revertir el golpe asestado por
China en América Latina.
Por
otra parte, el gobierno chino desea también mantener su influencia
económica en América Latina con el anuncio de la incorporación de Brasil
y la candidatura de varios países latinoamericanos (Venezuela, Chile,
Colombia) en el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (BAII) a
principios de 2016[8].
De
esta manera, la participación de los países latinoamericanos en las
cadenas de valor de Asia fortalecería las relaciones económicas con el
gigante asiático e incrementaría las transacciones en el comercio
intrarregional con el financiamiento de proyectos que apoyen la
integración productiva en el continente asiático.
No
obstante, los proyectos de inversión financiados por el BAII avanzan
con demasiada lentitud, puesto que incluyen solamente el financiamiento
de cuatro pequeños proyectos en el continente asiático, de tal suerte
que aún no se contemplan grandes proyectos de inversión para América
Latina en 2016.
Además,
los proyectos de inversión financiados por el BAII fueron cofinanciados
con el Banco Mundial, el Banco Asiático de Desarrollo y el Departamento
para el Desarrollo Internacional del Reino Unido, instituciones que
están fuertemente influenciadas por Estados Unidos, lo cual limita la
autonomía del gigante asiático en la inversión de proyectos en América
Latina.
De
forma similar, el Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS financió
proyectos de inversión por un monto de apenas 811 millones de dólares en
los países miembros (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y firmó
un memorándum de entendimiento con el Banco Mundial para financiar
proyectos conjuntos en las siguientes operaciones de la entidad
financiera[9].
Por
lo tanto, la voluntad de Beijing se dirige a fortalecer las relaciones
con las instituciones financieras dominadas por Washington que todavía
tienen un rol importante en Latinoamérica, lo cual debilita las
posibilidades de China de establecer una relación autónoma en América
Latina con respecto a Estados Unidos.
Finalmente,
el rol de China como exportador de capitales siguió aumentando su
presencia en América Latina, donde los bancos estatales chinos
proporcionaron préstamos a los países latinoamericanos por un monto
equivalente a 29,000 millones de dólares en 2015, cantidad que superó
los préstamos otorgados por el Banco Mundial y el Banco Interamericano
de Desarrollo[10].
Pero
la nueva fase de la crisis económica mundial caracterizada por la caída
del precio de las materias primas alteró las operaciones de los bancos
estatales chinos en América Latina, ya que los préstamos se encuentran
respaldados por commodities, situación que anteriormente beneficiaba a
los países latinoamericanos por medio del precio elevado de las materias
primas.
Por
lo tanto, el reembolso de los préstamos demanda la sobreexplotación de
los recursos naturales de los países latinoamericanos, que están
seriamente expuestos a los bancos estatales chinos con el caso
representativo de Venezuela por la caída del precio de las materias
primas, lo cual enfrenta la oposición de las clases populares.
Por
añadidura, la ambición de China de incorporar el yuan en la canasta de
monedas de los Derechos Especiales de Giro estuvo acompañada del aumento
de la participación en el financiamiento de Fondo Monetario
Internacional que pasó casi a duplicar sus recursos financieros a
659,000 millones de dólares a finales de 2015, lo que volvió a dar a
Washington el poder de intervenir en los países latinoamericanos en un
futuro[11].
En
conclusión, la turbulencia económica global mantuvo la estrecha
cohesión de China con Estados Unidos, que resultó en el planteamiento
conjunto de la nueva arquitectura financiera a nivel global, lo cual
planteó la cuestión del rol que asumirán ambas potencias en América
Latina.