BLOG “EL MINUTARIO”
Por GUILLERMO SHERIDAN
“El compló de Paz contra Rulfo (de nuevo)”
Existe
un dogma con arraigo en el trabado credo de las conciencias justicieras
y bien alimentadas, el que sostiene que Octavio Paz se atareaba en
opacar a Juan Rulfo. Lo escucho hace años. En diciembre de 1999, en un
artículo titulado “Octavio Paz. Post mortem” (no está en línea), ya
anoté cómo una de las supuestas “misiones” que Paz nos ordenaba a sus
“palafreneros” tenía el macabro propósito de erradicar a cualquier
escritor que osase hacerle sombra.
Lo acaba de reiterar en el suplemento Laberinto del diario Milenio (se puede leer aquí)
el profesor, crítico, filósofo y psicoanalista Heriberto Yépez con
motivo de su participación en un coloquio multidisciplinario organizado
por la UNAM para celebrar el sexagésimo aniversario de la aparición de El Llano en llamas.
El
profesor Yépez sostiene que la “valoración” de la obra de Rulfo ha sido
obstaculizada, pues “Paz y su séquito trataron de aminorar la
importancia de Rulfo por ser el mejor escritor mexicano en una época en
que Paz envidiaba serlo”. Caramba. En ese “séquito” me coloca el
profesor, y no sólo como obstaculizador, sino como alguien que “rebaja
la genialidad de Rulfo con chismes y chistes cobardes”. Caramba bis.
Bueno,
vayamos por partes. Yo leo que en 1959 Paz pone a Rulfo como ejemplo de
quienes lograron sacar a la narrativa del “realismo más o menos
socialista” que predominó hasta 1950. En 1960 celebra Pedro Páramo
diciendo que su paisaje mexicano está la altura de los de D.H. Lawrence
y Malcolm Lowry, y viendo en su trama una parábola del infierno (el
paisaje y la historia) donde peregrina el alma en pena. En 1974 lo pone
como ejemplo –entre otros-- de por qué “creo apasionadamente en la
literatura moderna de nuestra lengua”. En 1961 reitera que Pedro Páramo
es una “de las mejores novelas de la nueva literatura mexicana”. Ese
mismo año en Mallorca le corresponde presentar a los candidatos
latinoamericanos ante el jurado internacional del Premio Formentor, y
elige a Rulfo, Carpentier y Borges (que lo ganó al fin). Hasta ahí la
estrategia antirulfo de Paz.
Una estrategia tan sui generis como la de publicar en Vuelta y Letras Libres ensayos sobre Rulfo firmados por Jean Meyer, Salvador Elizondo, Fabienne Bradu, Christopher
Domínguez Michael y muchos otros. Vamos, tan delirante fue la creación
de obstáculos de “Paz y su séquito” contra Rulfo que hemos publicado textos inéditos u olvidados… ¡de Juan Rulfo! Caramba tris.
No
tengo idea de cómo el lector profesional Yépez se las ingenia para leer
“chismes y chistes cobardes” en la evocación que hice de mi trato con
Rulfo a principios de la década de los ochentas (que se lee acá)
que me parece afable, emocionada y agradecida. Mas el profesor Yépez
--que tenía ocho años de edad y vivía lejos-- sabrá más que yo de mi
propia vida, pues es “pantópico”. En todo caso, me acusa de “cobarde”:
término especializado y “biosimbólico” de psicoanalista.
“Rulfo es
aire en lo oscuro”, sentencia pasionalmente el profesor Yépez al final
de su escrito (parece que también es poeta). Sostiene que “los mejores
conocedores de Rulfo son académicos”, y para el caso sólo “una minoría”
entre ellos (pantópicos y biosimbólicos, seguro). Disiento. El verdadero
compló contra Rulfo es el de quienes lo oscurecen con
palabrería académica y lo ponen tras una barda que dice “propiedad
privada”. Nos han quitado la tierra.
¿Se puede medir el grado de
“conocimiento” que los cuentos de Rulfo han provocado en millones de
lectores ignorantes como yo? Lo dudo. Convertir a Rulfo en un misterio
cuya clave posee “una minoría” entre la de suyo minúscula academia, ¿no
es una manera de complotar contra lo que Rulfo nos dice a los lectores
vulgares, al sencillo pueblo que tanto lo leemos y queremos?
Pues
no. ¿Usted quiere entender a Rulfo? Esmérese en formar parte de los
“colegas” a quienes el profesor Yépez dirige su escrito y amerite,
luego, su visto bueno: él es bueno y no le gusta obstaculizar, ni
rebajar ni aminorar, como hace el consabidamente mezquino “grupo
paceano”…