SECULARIZACIÓN EN CUESTIÓN, “REVIVAL” RELIGIOSO Y ATAQUE A LA LAICIDAD
REPRODUCIMOS, A CONTINUACION, UN ARTICULO DE CARLOS MALAMUD, PUBLICADO POR EL HERALDO DE MÉXICO EN EL DÍA DE HOY. SU DESCRIPCIÓN ES CONCISA, ADECUADA E INFORMATIVA; REFLEJA, CON PRECISIÓN EL FENÓMENO EN CURSO EN AMÉRICA LATINA.
LOS PROCESOS AQUI RESEÑADOS SON DE LA MAYOR IMPORTANCIA PORQUE, MÁS ALLÁ DE LAS PRÁCTICAS COTIDIANAS, APARENTEMENTE ANODINAS, CALLADAMENTE SE ESTÁN CUESTIONANDO LAS BASES DE LA REPUBLICA DEMOCRÁTICA Y LIBERAL.
Iglesias evangélicas y política en América latina
Los fieles que profesan el culto evangélico son muy disciplinados. La voz de sus pastores es una referencia, incluso para votar
La frontera entre religión y política, o entre poder
divino y poder temporal, nunca fue clara. A lo largo de la historia, el
conflicto entre ambos ha sido permanente. En Europa y América Latina
durante el siglo XX fue constante la presencia de partidos demócrata-
cristianos. En nuestros días, cierto terrorismo radical se recubre con
un manto islámico.
En América Latina asistimos a un fenómeno novedoso: la creciente
implantación de las iglesias evangélicas, con una presencia política y
una representación institucional en aumento. En México, el Movimiento de
Regeneración Nacional (Morena) y el Partido del Trabajo (PT) se han
aliado al Partido Encuentro Social para respaldar a Andrés Manuel López
Obrador.
Actualmente Guatemala tiene un presidente evangélico, Jimmy Morales.
Costa Rica con Fabricio Alvarado puede tener otro, según pronostican las
encuestas. Y Jair Bolsonaro, en Brasil, es un candidato muy bien
ubicado en la preferencia popular. Pero, por ahora, las opciones de las
iglesias evangélicas que participan en la política y de los partidos a
los que apoyan se concentran en los niveles locales y provinciales y en
la presencia parlamentaria más que en la lucha por el Poder Ejecutivo.
Esta situación retrata adecuadamente sus objetivos y limitaciones. Su
agenda política se centra en la defensa de los valores familiares,
básicamente oposición al aborto, al matrimonio igualitario, al divorcio,
a la eutanasia y a la erróneamente denominada “ideología de género”
y la reivindicación de la familia y sus valores. En estos temas y en
ciertas ocasiones hay una llamativa convergencia con la jerarquía
católica y movimientos social- cristianos y con partidos de corte
conservador.
Sin embargo, no suelen pronunciarse sobre otras cuestiones centrales
de la gestión estatal, como la economía o las relaciones
internacionales. Su presencia ha crecido de forma sostenida, aunque no
homogénea, en las últimas décadas, y ya hay 20% de evangélicos entre los
latinoamericanos. En México lo es más del 10% de la población; en Perú,
Ecuador, Colombia, Venezuela, Argentina y Panamá se habla de una cifra
superior a 15%; en Brasil, Costa Rica y Puerto Rico se llega a 20% y en
algunos países centroamericanos, como Guatemala, Honduras y Nicaragua,
se supera 40%.
El fenómeno responde a una doble dinámica. Por un lado al imparable
aumento del número de creyentes cristianos no católicos, lo que supone
un enorme desafío para las diferentes conferencias episcopales. Por el
otro, al desprestigio creciente de los políticos y de los partidos, lo
que ha permitido la emergencia de nuevas opciones, escasamente
articuladas.
Los fieles que profesan el culto evangélico son muy disciplinados. La
voz de sus pastores es una referencia, incluso para votar. Con
independencia del perfil de los candidatos, prima su filiación o la
recomendación de los responsables del culto. El voto evangélico, un bien
deseado por casi todos los candidatos al margen de su identidad
política o ideológica, es un bien preciado. De eso saben un poco tanto
en Colombia, Brasil o México, o en los otros países latinoamericanos
donde se votará próximamente.