A propósito de la contaminación de la Cuenca del Rio Santa Lucía y de los riesgos que genera el consumo de agua en la ciudad de Montevideo
“El contaminado paga
Columna de opinión.
Existe
un principio básico de la economía ambiental comúnmente conocido como
“el que contamina paga”. En el reino del derecho, quien es responsable
de un acto que causa una contaminación ambiental debe pagar por su
reparación. Pero en el reino del revés, quien paga por el deterioro es
quien sufre los efectos. Esto es lo que ocurre con la nueva tarifa de
OSE, que los uruguayos estaremos pagando a partir de este año, donde se
aplica el principio de “el contaminado paga”.
El
principio contaminador-pagador tiene una larga historia y está
relacionado con el concepto de “externalidad” en la economía. Cualquier
actividad que desarrolle una unidad productiva y cause una externalidad
negativa en otra -es decir, le genere un costo adicional o una pérdida-
debe compensar económicamente por el daño ocasionado.
El
principio contaminador-pagador no tiene como fin directo reducir los
impactos ambientales o la contaminación, sino que procura transparentar
el costo dentro del sistema económico. Lo que persigue es enviar una
señal económica al mercado para inducir a los actores a tomar medidas
preventivas que resulten menos onerosas que, por ejemplo, pagar un
impuesto. Busca evitar la competencia desleal de quien se aprovecha de
un recurso compartido, deteriorándolo. Quien quiera seguir contaminando
podrá hacerlo, pero le saldrá más caro. Así funciona el reino del
derecho. Pero no es lo que pasa en Uruguay.
El
anuncio lo realizó el ministro de Economía y Finanzas, Danilo Astori,
mediante un comunicado de Presidencia el 15 de diciembre: “en el caso de
OSE vamos a tener un ajuste tarifario de 8,2%, también alineado con la
inflación interanual”. Además de la actualización de tarifas, “vamos a
tener un incremento adicional complementario de 7,3% sobre el cargo fijo
de agua, de acuerdo a la capacidad instalada”. “Esto viene a cubrir lo
que en principio iba a ser una tasa medioambiental que se pensaba poner
en práctica a comienzos de este período de gobierno”, sostuvo.
La subgerenta comercial operativa de OSE, Alicia Rossi, explicó recientemente esto con mejor detalle (El País,
25/01/17), aclarando que las obras necesarias contemplan inversiones
por 12,6 millones de dólares en el saneamiento de localidades de la
cuenca del río Santa Lucía, para minimizar los aportes de nutrientes
(como fósforo y otros) que aumentan la contaminación del río. Agregó que
a fines de 2016 se terminó la construcción del cerco perimetral del
embalse de Paso Severino, que costó un millón de dólares y que permitió
controlar el ingreso de animales de productores de la zona, responsables
de la contaminación, a la fuente de agua.
En
el reino del derecho, quienes se hacen cargo de la reparación del daño
son las unidades económicas (en este caso, los productores rurales) que
obtienen un beneficio de su producción afectando a otros sectores
económicos (en este caso, la provisión de agua potable). Pero en el
reino del revés uruguayo, quienes se tienen que hacer cargo de la
reparación son los clientes de la empresa que provee el agua potable, es
decir, los contaminados.
Rossi
es más transparente que el agua que vende: hay que realizar obras -y
estas obras son costosas- para minimizar los aportes de nutrientes (como
fósforo y otros que vienen con los agroquímicos) y evitar que los
animales de los productores ingresen a contaminar la reserva de agua. En
el reino del derecho, serían los productores quienes deberían hacerse
cargo del costo de las obras por medio de una tasa medioambiental. Pero
en el reino de Astori la tasa medioambiental la tienen que pagar quienes
compran el agua. El ministro de Economía aplica eficientemente el
principio de “el contaminado paga”.
El
reino uruguayo es tan al revés que los insumos agropecuarios que causan
esta contaminación no sólo no pagan por el deterioro ambiental sino que
además están exonerados de otros impuestos, como el IVA, que los
compradores del agua contaminada sí tienen que pagar.
La
economía, tal cual se concibe en estas épocas, no está diseñada para
conservar los recursos naturales. Esto es evidente. Pero si las pocas
herramientas que la propia economía clásica se ha dado para intentar
lidiar con los impactos ambientales se aplican al revés, los resultados
serán inevitablemente malos. Conservar la buena calidad del agua va a
requerir muchas otras medidas además de las señales al mercado. Pero por
favor, al menos, que estas no operen en contra.”
Gerardo Honty
LA DIARIA 30 de Enero 2017