Con Trump comienza una era de incertidumbre e improvisación entre Estados Unidos y América Latina
WASHINGTON
— A pocas horas de que Donald Trump inicie su gestión como presidente
número 45 de Estados Unidos, y a pesar del protagonismo que tuvo
México durante su campaña, la volatilidad y la inexperiencia política
del nuevo mandatario han llevado las expectativas de América Latina al
mismo nivel que las del mundo entero: nadie sabe muy bien qué esperar de
Trump ni qué resultará del choque entre sus pretensiones y la realidad.
Analistas
y expertos consultados por The New York Times en Español coinciden al
menos en un punto: es probable que nada cambie profundamente para la
región en esta nueva etapa, pero el tono y la perspectiva de la relación
entre América Latina y Estados Unidos no estarán marcados por las
oportunidades, sino por las amenazas y la improvisación. Una
particularidad que tendrá efectos concretos en países como México, uno
de sus principales socios comerciales, donde cada rueda de prensa de
Trump y hasta sus tuits han impactado en los mercados y han generado una
caída histórica del peso mexicano frente al dólar.
Más
allá de las múltiples promesas que el magnate de bienes raíces hizo en
su campaña, el analista venezolano Moisés Naim sostiene que Trump se
topará rápidamente con “el síndrome Guantánamo”, refiriéndose a que
Obama luchó durante ocho años para cerrar la prisión en Cuba sin
lograrlo: “Va a descubrir que cosas que a él le parecen obvias o que
prometió en campaña no son posibles de hacer”.
Ricardo Ernst, profesor en la McDonough School of Business en Georgetown University,
usa otra expresión para describir la misma expectativa: este
presidente, dice, “podría ser caracterizado como un perro que ladra
mucho pero que no necesariamente muerde”.
Aunque
existe una preocupación compartida por la agresividad y la
efervescencia del nuevo presidente, en términos generales Naim espera
“más de lo mismo” de esta etapa, “pues la característica de la política
de los presidentes y la Casa Blanca, de Washington en general hacia
América Latina, es una de desdén amistoso”.
La
región, dice, no compite ni siquiera como amenaza: “No tiene
terroristas suicidas ni bombas atómicas, no tiene conflictos armados
entre países, sus problemas no se irradian al resto del mundo como
China, Europa, Irán. No logra calificar con sus problemas en la lista de
los top ten”, y solo figura con asuntos de inmigración y drogas.
El
gabinete designado por Trump, de hecho, será el primero desde la
administración de Ronald Reagan en no incluir un solo latino entre sus
miembros.
Una relación transaccional
Si
América Latina no ha sido históricamente una región prioritaria para
Estados Unidos, Trump parece haber descubierto los beneficios
proselitistas de vapulear a los latinos sin tener que pagar un alto
costo político: inició su campaña calificando a los mexicanos como
“violadores y criminales”, dijo que iba deportar a más de tres millones
de inmigrantes, atacó al TLCAN como “uno de los peores acuerdos
probablemente firmados en cualquier lugar”, prometió construir un muro y
hacer que México pague por él y aseguró que el primer día de su
presidencia se saldría del Acuerdo Transpacífico de Cooperación
Económica.
Para Peter Hakim, presidente emérito y senior fellow
de The Dialogue, será interesante ver si Trump deja de usar a México
como parte de su retórica teatral y accede a sentarse a conversar
seriamente sobre los temas importantes: “Si me hubieran preguntado hace
una semana, diría que sí. Pero últimamente creo que va a mantener el
teatro y las declaraciones explosivas, porque le han dado gran
resultado”.
Un
rasgo problemático de la relación entre Trump y América Latina es el
aumento de la desconfianza, dice Eric Farnsworth, vicepresidente de
Americas Society/Council of the Americas. Después de años de una
relación complicada, Estados Unidos y México habían llegado a un
entendimiento sano basado en la confianza y el buen desempeño como
socios comerciales.
Tal
como ha demostrado la caída del peso mexicano, que ha sufrido una
devaluación de alrededor de un 40 por ciento desde que comenzó la
campaña hasta hoy, “es un riesgo perder la confianza”, sostiene
Farnsworth, quien cree que Colombia, otro país que ha sido buen socio de
Estados Unidos en la región, podría empezar a tener dificultades según
cómo se implementen los acuerdos de paz con las Farc.
Estados Unidos comercia con México un promedio de 500
mil millones de dólares anuales. El Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN), firmado en 1994, se convirtió en uno de los
blancos de Trump, quien durante la campaña lo responsabilizó por la
pérdida de trabajos en Estados Unidos y lo calificó como una victoria
para México.
Aunque esta perspectiva difiere mucho de lo que viven los mexicanos,
Ernst cree que el mundo actual exige una revisión del tratado, porque
las condiciones sobre las cuales se firmó son muy distintas:
“Independientemente de la dimensión política, ha llegado el momento de
revaluar el tratado, para ver cuáles son las condiciones, motivaciones y
necesidades del 2017”.
Aun
así, para los analistas parece claro que la relación entre Estados
Unidos y la región no responderá al diseño de una política exterior
específica, sino más bien a la resolución de problemas domésticos —como
la migración y la protección de fronteras— y a un espíritu transaccional
que Trump ha hecho explícito también para el resto del mundo, basado en
la pregunta “qué podemos ganar nosotros en esta relación”, como lo
describe Farnsworth.
Dispararse en las piernas
Eduardo
Velosa, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad
Javeriana de Bogotá, cree que la “reorganización” de América Latina y su
nuevo “giro a la derecha” no representará incentivo alguno para el
incremento o profundización de relaciones, al menos en el corto plazo.
De hecho, algunos analistas ya han empezado a afirmar que este “vacío”
que no aprovechará Estados Unidos sí será maximizado por China.
Ernst,
por ejemplo, explica que si Trump insiste en salirse del Acuerdo
Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), un tratado que incluye a
12 países y representa el 33 por ciento del PIB mundial, el que saldrá
favorecido será China.
“Es
un tratado que busca, por diseño, dejar afuera a China para
contrarrestar la fuerza económica del país asiático”, señala, y también
es la puerta de entrada para un tratado de libre comercio entre Estados
Unidos y Europa. “Si estropeas el TPP, te disparaste en las piernas”,
dice Ernst.
La
amenaza de salirse del TPP no sería la única forma de dispararse en las
piernas que implican las promesas de Trump. Para Juan Carlos
Hartasanchez Frenk, director sénior de Albright Stonebridge, una firma
de consultoría de negocios en Washington, “un México más débil afecta a
los Estados Unidos”. Si se aumenta el impuesto a las remesas, dice, los
que más sufrirán el impacto son las familias pobres de México, “que si
no tienen ingresos van a tener que buscar otras oportunidades y va a
aumentar la migración”.
Por
ahora, lo único que parece haber ganado Trump con sus amenazas a los
latinos son votos, y por eso Naim cree que como mandatario “tiene que
hacer la escenografía de la pared” para cumplir con la promesa del muro:
“No se puede dar el lujo de no hacerlo pero no será la gran muralla
china por miles de kilómetros. Y tendrá que seguir haciendo todos los
ruidos sobre tarifas, compañía por compañía para tratar de persuadirlos,
pero todo serán actos simbólicos”.
En
México, donde los actos simbólicos de Trump ya se han convertido en una
realidad para el bolsillo de los ciudadanos —y sus amenazas se toman
como una afrenta personal—, todo el mundo tiene una opinión sobre la era
por comenzar.
El
lunes por la tarde, en la zona sur de Ciudad de México, el barrendero
Rubén Fernández, de 46 años, se preguntaba cómo “un hombre tan culto,
porque sí ha tenido una vida de millonario desde que nació, puede ser
tan racista”. Aunque, a fin de cuentas, Fernández cree que el nuevo
presidente de Estados Unidos será funcional al gobierno mexicano: “Con
todo el teatro de Trump, pues pueden culparlo. Van a subir todo y le van
a echar la culpa. Yo creo que con el gasolinazo, los de México ya
estamos pagando el muro”, comentó y siguió con su trabajo en el Parque
de los Venados.