sábado, 9 de febrero de 2013

LA (PREVISIBLE) CAÍDA DE ASSAD Y SUS CONNOTACIONES GEO-POLÍTICAS


A LA SOMBRA DE UN ASESINO





Cuando estallaron los movimientos que terminaron siendo bautizados, con no demasiada felicidad,  “la Primavera Árabe”, un vasto conjunto de actores de la política internacional entendió, con razón, que estábamos ante un fenómeno de gran amplitud y trascendencia. Desde el borde del Cáucaso hasta Marruecos, un número muy importante de países parecía entrar en vías de transformación política cuyo formato final abría un gran conjunto de incógnitas.

El problema de esos desenlaces impredecibles era que, en muchos casos, las transformaciones en curso podían resultar, a la vez, profundamente subversivas para el statu quo doméstico de cada uno de los países y, al mismo tiempo, para los distintos equilibrios regionales que regían en ese vasto espacio geográfico.

Aunque, en determinados países, la llamada “Primavera árabe” prohijó algunos cambios (Túnez, Libia, Egipto, Yemen), los procesos de movilización y transformación política no parecen haber llegado a un punto de equilibrio siquiera relativamente estable a 2 años de iniciados. El reciente asesinato del opositor laico y demócrata Chokri Belaid, en manos de alguna versión de ENNAHDA o directamente de representantes extremistas del fundamentalismo islámico en Túnez, los constantes conflictos que enfrenta el gobierno egipcio del presidente Morsi y su ambiguo partido de Los Hermanos Musulmanes, ante sus maniobras para avanzar sobre las libertades de los ciudadanos, para no hablar del previsible proceso de desmembramiento relativo del antiguo estado libio (Véase Entrada de Politeia de 2 de agosto 2012, “El Drama de Siria”) son todos elementos que señalan que los efectos de la ola expansiva de los cambios desatados hace aproximativamente dos años está lejos de haberse calmado.

Si en un número significativo de países la probable remezón del statuo quo era vista con curiosidad y simpatía hubo otros que se crisparon inmediatamente. El país musulman que con mas prevención vio llegar la ”Primavera Árabe” fue posiblemente Irán. No porque no temiese algún tipo de contagio en el propio Irán (aunque el totalitarismo teocrático es, por ahora y seguramente por largo tiempo inamovible a pesar de la crisis economica que le aqueja), sino porque advirtió que uno de sus principales aliados e instrumentos, Siria, podía sufrir ella si el contagio y que la fragilidad de ese régimen era enorme.

Y así fue. En Siria la impugnación del régimen de Bachar el Assad comenzó lentamente, se extendió a todo el país y se transformó desde hace meses, como era previsible, en una verdadera guerra civil.

En otros textos hemos señalado la responsabilidad que le cabe a Rusia y a la China por haber bloqueado en el Consejo de Seguridad mediante sus vetos toda acción eficaz de la comunidad internacional en la masacre de Siria. Aqui nos limitaremos a ver, brevemente, porqué Irán es el principal sostén del Bachar el Assad.

En primer lugar, una de las herranientas claves de Irán para extender y consolidar su influencia en la región es el movimiento Hizbollah y, este movimiento, además de ser una de las herramientas del terrorismo islámico a nivel global, tiene dos características que son de alto interés para Irán.

Primero que el discurso de Hizbollah es anti-israelita sobre la base de una postura de defensa de los palestinos. En otros términos, Hizbollah no entraba (sobretodo en sus primeras décades de existencia) en discusiones sobre la defensa de Irán. Es un instrumento de Irán estructurado y diseñado para intervenir de manera indirecta en la disputa árabe-israelí.

En segundo término, instalado en el Líbano, Hizbollah se ha transformado en un actor político de relieve en ese país ayudando a que el frágil, antiguamente cosmopolita y multiconfesional país, cayese en la espiral de violencia en que se encuentra envuelto hace décadas. Dados los lazos históricos y la geopolítica regional alcanza con ver el mapa para advertir que Siria es el único camino que permite a Irán sostener a Hizbollah en el Líbano y controlar, en buena medida, la política del pequeño país mediterráneo. Hizbollah se ha podido encargar de las tareas sucias encomendadas por Irán, gracias al permanente apoyo y presencia siria en el Libano: el ejemplo perfecto es el asesinato de Rafiq Hariri en febrero del 2005. En buena medida lo mismo hace Hamas en las zonas más al sur.

Siria es, entonces, entre otras cosas, la llave de la influencia de Irán hacia el Oeste y el Mediterráneo, directamente a veces, Hizbollah mediante, en otras ocasiones. En otras palabras Siria, está en el centro de toda la estrategia de despliegue de Irán hacia esa parte del Medio Oriente.

Pero, al mismo tiempo, hay una lectura ”inversa” y ”defensiva” de la situación que aporta también poderosas razones para que un cambio en el statuo quo politico militar sirio sea ferozmente resistido por Irán. En los hechos Siria es considerado por Irán como su primera línea de defensa en su frontera más problemática, la frontera oeste.

Al sur, Arabia Saudita su acérrimo enemigo sunní pieza clave de la presencia norteamericana en el golvo. Algo más al norte un Irak que supo ser un enemigo pero que una inconsecuente politica norteamericana ha sacado de toda posibilidad de jugar un papel significativa. Al norte de esa misma frontera, Turquía. miembro de la OTAN y nunca proclive a ingresar abiertamente en discursos anti-occidentales. En medio de esa frontera adversa una solo ventana amiga y con amplio balcon al Mediterráneo: Siria. Ante la omnipresencia de EE.UU. y de sus aliados al oeste, Siria tiene en la estrategia iraní la función de servir de primer barrera de contención.

Si Bachar el Assad cae, el régimen que le siga presumiblemente no ha de ser pro Iraní. Seguramente responderá a Arabia Saudita (que es uno de los apoyos más activos de los rebeldes sirios en su lucha contra el régimen) y, por ende, será un régimen seguramente sunní y muy probablemente proclive a establecer relaciones razonablemente cordiales con Occidente, EE.UU. e, incluso, porqué no, con Israel.

Al día de la fecha nada parece funcionar en el desmesurado y sangriento conflicto sirio. Si el régimen pierde dia a dia hombres, recursos, armas y territorio y solo puede controlar el espacio aéreo, tampoco los enemigos del régimen pueden estar particularmente entusiastas con el desarrollo de los acontecimientos. Aunque están ganando la batalla, el precio del futuro triunfo corre el riesgo de costarles muy caro: los fundamentalistas islámicos se han instalado entre las fuerzas que combaten al régimen y nadie ha tenido al decisión de detenerlos.

Cuando caiga el Assad, no solamente Rusia, China, y hasta el propio Irán, corren el riesgo de llevarse alguna sorpresa cuando adviertan al monstruo que han engendrado: el mundo entero puede enfrentarse a la increíble presencia de algún modelo de talibán instalado en las costas del Mediterráneo.
J.B.S.