OEA: Más vale Almagro conocido que buena por conocer
Los cambios generados por las últimas elecciones latinoamericanas alteraron en algo el apoyo a Luis Almagro. Ganó con Luis Lacalle Pou, quien sustituyó a Tabaré Vázquez; también con la situación en Bolivia, así como por el representante en la OEA del presidente (encargado) de Venezuela, Juan Guaidó. Perdió con Andrés Manuel López Obrador y Alberto Fernández. Pero, en definitiva, se impuso la dispar revaloración de la democracia que —aunque Latinobarómetro no lo registre así— pareciera ir retomándose en América Latina.
El pasado viernes 20 de marzo, el uruguayo Luis Almagro (56) fue
reelecto por 23 votos, de un total de 33, para un nuevo periodo de
cuatro años como secretario general de la Organización de Estados
Americanos (OEA). Almagro compitió con la excanciller ecuatoriana María
Fernanda Espinosa, y contó con el apoyo de los Estados Unidos, Brasil,
Colombia, Chile, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Venezuela, entre otros.
Espinosa fue respaldada por Argentina, México, Antigua y Barbuda, y
San Vicente y las Granadinas, así como una decena más de países del
Caribe, ganados por los petrodólares chavistas de la época del ALBA,
pero no así por Ecuador, donde se desempeñó como ministra de Relaciones
Exteriores de la administración Rafael Correa.
Los cambios generados por las últimas elecciones latinoamericanas
alteraron en algo el apoyo a Almagro. Ganó con Luis Lacalle Pou, quien
sustituyó a Tabaré Vázquez; también con la situación en Bolivia, así
como por el representante en la OEA del presidente (encargado) de
Venezuela, Juan Guaidó. Perdió con Andrés Manuel López Obrador y Alberto
Fernández. Pero, en definitiva, se impuso la dispar revaloración de la
democracia que —aunque Latinobarómetro no lo registre así— pareciera ir retomándose en Latinoamérica.
Es cierto que desde 2015 a la fecha el panorama americano ha cambiado
y mucho. Almagro, entonces propuesto por el expresidente uruguayo Pepe
Mujica, obtuvo 33 de los 34 votos en un contexto regional donde todavía
se sentía la ola neopopulista que imperó en el continente.
El primer Almagro (2015-2020) se autopresentó como un secretario
general práctico que lucharía por la unidad americana, ajeno a las
declaraciones ideológicas, una práctica corriente en funcionarios
latinoamericanos.
Paulatinamente, y ante el carácter desembozado que mostraba el
régimen chavista, Almagro fue erigiéndose en un firme defensor de los
derechos humanos y por ende en acusador de Nicolás Maduro y la cúpula
militar imperante en Miraflores.
No fue ese el talante aplicado para con el régimen de Daniel Ortega.
Personal de su estricta confianza — Luis Rosadilla— fue y vino varias
veces entre Washington y Managua en busca de una salida a la crisis que
empantanaba más y más al sandinismo atornillado en el poder.
Finalmente,
Almagro tomó una postura de cuestionamiento del régimen devenido en una
sangrienta dictadura que contabiliza más de 300 muertos, centenares de
presos políticos —con tandas de excarcelamiento, pero con esos
ciudadanos opositores mantenidos bajo represión— y múltiples jóvenes
apaleados y reprimidos.
Otra inconsistencia de Almagro durante su periodo en la secretaría
general de la OEA fue su apoyo a una tercera reelección del expresidente
Evo Morales, pese al rechazo ciudadano expresado en un referéndum, si
bien luego denunció el fraude electoral ocurrido en Bolivia.
En lo referente a Cuba, Almagro ha sido diáfano en exigir el
restablecimiento de la democracia en la isla gobernada desde 1959 por un
régimen de partido único.
La candidata de Nicolás Maduro y el régimen cubano, Espinosa, quien
en lo previo parecía concitar más apoyo, obtuvo diez votos que también
miden el decrecimiento regional de las aventuras populistas, más allá de
los resultados electorales del año pasado en Argentina y México.
Artículo publicado en el portal Análisis Latino, de CADAL, el 24 de marzo de 2020.