El camino hacia la no-libertad
26/09/2018
Publicado en Estados Unidos, Firmas invitadas, Política global
REAL INSTITUTO ELCANO
Timothy Snyder es un prolijo y políglota catedrático de Historia en Yale University,
especializado en todas esas tragedias con epicentro en la moderna Europa. Sus
investigaciones se han venido centrando en la letanía de comparaciones entre la escena
internacional generada en la primera mitad del siglo XX y la actualidad más relevante. Su
última aportación a esta creciente e incómoda área de conocimiento –The Road to
Unfreedom– es un análisis tan elocuente como deprimente que ronda la categoría de
lectura obligada para todos aquellos interesados en comprender la actual crisis política
que no conoce fronteras.
especializado en todas esas tragedias con epicentro en la moderna Europa. Sus
investigaciones se han venido centrando en la letanía de comparaciones entre la escena
internacional generada en la primera mitad del siglo XX y la actualidad más relevante. Su
última aportación a esta creciente e incómoda área de conocimiento –The Road to
Unfreedom– es un análisis tan elocuente como deprimente que ronda la categoría de
lectura obligada para todos aquellos interesados en comprender la actual crisis política
que no conoce fronteras.
A partir de la Historia, la Filosofía y una investigación casi periodística, Snyder define el
camino hacia la no-libertad como una preocupante desviación de las tradiciones
intelectuales de Occidente. Es decir, un forzado atajo en el que se está intentando
prescindir tanto de la fe ilustrada en la razón como del carácter razonable de los otros para
llegar hasta un debilitador cuestionamiento de instituciones, valores, mediaciones,
convenciones y hasta la especialización y el estudio. No se salva ni la verdad, ni la
1/4 realidad, ni tampoco los hechos.
1.– El futuro es otro país. A partir del viejo dicho que insiste en que el pasado es el
equivalente a otro país, Snyder empieza por preguntarse en su análisis contemporáneo
qué país puede ser el futuro. A su juicio, la inquietante respuesta para el porvenir de
Estados Unidos y Europa no es otra que Rusia. Una Rusia controlada por una oligarquía
que monopoliza el poder económico y político a través de una mezcla de ilusiones y
represión. Según Snyder, el régimen de Putin está basado en “mentiras tan enormes que
no pueden ser cuestionadas, porque dudar de ellas significaría dudar de todo”.
El libro argumenta que para Rusia ahora resulta mucho más fácil cuestionar e interferir que
durante los tiempos de la Guerra Fría. Ni en su mejor coyuntura, la Unión Soviética no fue
capaz de competir con Occidente a la hora de ofrecer evidencias tangibles de que el
comunismo era capaz de lograr mayor bienestar, prosperidad y modernidad. Sin embargo,
cuando los votantes invierten cada vez más tiempo delante de pantallas electrónicas, es
mucho más sencillo obtener resultados dentro de la renovada competencia planteada por
Rusia. En sus charlas, Snyder suele incidir en que el presupuesto anual de Rusia para
ciberguerra es menos de lo que cuesta un solo avión F-35 del Pentágono, con la retórica
pregunta de cuál de esas dos armas ha hecho más por influenciar acontecimientos
mundiales.
2.– Para entender a Putin.
Snyder realiza un especial esfuerzo en explicar la trastienda ideológica utilizada por Vladimir
Putin para su premeditada cruzada contra Occidente. En el
entramado tóxico del Putinismo se mezcla el “esquizo-fascismo”, conceptos religiosos y
nociones decimonónicas de supremacía racial y supervivencia. El pensador favorito del
Kremlin es Ivan Ilyin (1883-1954), intelectual deportado en 1922 por los bolcheviques pero
no precisamente por su carencia de radicalidad. Convertido en ideólogo autoritario de la
diáspora rusa, Ilyin fue un ferviente admirador el fascismo italiano. Aunque con su
experiencia de primera mano como residente en Alemania, ese fetichismo autoritario no se
extendió a los nazis. Según Ilyin, la suprema autoridad de Rusia debía estar concentrada
en un solo individuo, tan redentor como viril, por encima de cualquier otra consideración
democrática. Y para defender a la virtuosa y superior Rusia, cualquier medio sería
legítimo.
entramado tóxico del Putinismo se mezcla el “esquizo-fascismo”, conceptos religiosos y
nociones decimonónicas de supremacía racial y supervivencia. El pensador favorito del
Kremlin es Ivan Ilyin (1883-1954), intelectual deportado en 1922 por los bolcheviques pero
no precisamente por su carencia de radicalidad. Convertido en ideólogo autoritario de la
diáspora rusa, Ilyin fue un ferviente admirador el fascismo italiano. Aunque con su
experiencia de primera mano como residente en Alemania, ese fetichismo autoritario no se
extendió a los nazis. Según Ilyin, la suprema autoridad de Rusia debía estar concentrada
en un solo individuo, tan redentor como viril, por encima de cualquier otra consideración
democrática. Y para defender a la virtuosa y superior Rusia, cualquier medio sería
legítimo.
A la hora de satisfacer sus inclinaciones más antiliberales, Putin también se sirve de la
delirante obra de Lev Gumilev (1912-1992), pensador del euroasianismo que relacionó la
identidad de las naciones con la influencia de rayos cósmicos. Según Gumilev, la voluntad
existencial de Occidente se encuentra casi agotada y en decadencia mientras que a Rusia
le sobra energía y destino para formar un todo-poderoso Estado entre Europa y Asia.
Estas peculiares aportaciones al Putinismo, según Snyder, tienen en común la creencia
casi mística en la existencia de un destino inevitable para las naciones y sus gobernantes,
por encima de leyes, procedimientos o incluso realidades físicas. Bajo este imperativo
espiritual, la política o la búsqueda de la verdad resultan opciones superfluas e incluso
desaconsejables.
3.– La política de lo inevitable. Para esta perspectiva, que abarca desde el marxismo a la
creencia en el triunfo de la economía de mercado, la historia avanza de forma inexorable hacia un claro final. La política de la inevitabilidad según Snyder es la idea de que no hay
ideas, es el cliché de que no existen alternativas posibles. Lo que implica negar la
responsabilidad individual de contemplar la historia y cambiarla. A juicio del catedrático de
Yale, bajo la luz de lo inevitable “la vida se convierte en un paseo sonámbulo hacia una
tumba predeterminada en una parcela precomprada”. Tanto estadounidenses y
americanos entraron en el siglo XXI bajo una perspectiva de inevitabilidad: “el final de la
historia” propugnado por Francis Fukuyama como el obvio triunfo de la democracia liberal
y la economía de mercado. El colapso de esta perspectiva, acelerado por la gran crisis
financiera del 2008, habría entreabierto las puertas a la política de eternidad.
4.– La política de la eternidad. Desde este punto de vista, no existe el progreso. La
historia no es más que un bucle de continuas humillaciones, muerte y renacimiento que se
repiten una y otra vez. Esta política de la eternidad intenta encasillar a las naciones dentro
de una historia cíclica de victimismo en la que siempre retornan las mismas amenazas del
pasado. Las crisis se coreografían y también se manipulan las emociones resultantes. El
futuro se ahoga en el presente. Y con la ayuda de la tecnología se trasmite ficción política,
se niega la verdad y todo queda reducido a espectáculo y sentimiento. Por supuesto, la
Rusia de Putin habría sido la primera en adentrarse en la política de la eternidad. Según
Snyder, tanto la narrativa de lo inevitable como la narrativa de la eternidad son
especialmente efectivas a la hora de generar intolerancia hacia sus respectivos disidentes.
5.– El asedio de Occidente. Una buena parte de los esfuerzos de Moscú en esta batalla
contra la democracia liberal y el imperio de la ley pasa por cuestionar los valores, las
instituciones, las reglas del juego y hasta los mismos Estados que forman parte de
Occidente. Para hacer posible este asedio, los medios desplegados por Rusia no actúan
en la periferia sino dentro de Occidente aprovechando cualquier tipo de disputa política o
fractura social. En el memorial documentado por Snyder destaca el intenso respaldo de
Moscú a las manifestaciones del nacional-populismo multiplicadas por toda Europa; la
invasión y desmembramiento de Ucrania en 2014; el cuestionamiento de la Unión Europea
y la manipulación de la opinión pública de cara al referéndum del Brexit en 2016; y por
supuesto la ciberguerra librada en Estados Unidos durante las últimas elecciones
presidenciales que dieron la victoria a Donald Trump. En este sentido, el gran teórico
militar prusiano Carl von Clausewitz definió la guerra como el uso de la violencia para
imponer la voluntad de un Estado sobre otro. Según Snyder, la tecnología está permitiendo
“enfrentarse a la voluntad del enemigo directamente, sin el medio de la violencia”.
6.– Un fracaso americano. El libro de Snyder insiste en que la victoria de Trump es un
fracaso muy de Estados Unidos convertido en una victoria para el Kremlin. La elección de
este líder fake, junto al descrédito de Hillary Clinton, no se entiende sin las múltiples
injerencias de Rusia concentradas, sobre todo, en el campo de batalla digital pero no
solamente. Según Snyder, “el dinero ruso salvó a Trump del destino que normalmente
aguarda a cualquiera con su historial de fracaso”. Para Vladimir Putin, la gracia no está en
controlar al presidente de Estados Unidos. La clave es cuestionar y desacreditar el sistema
democrático de Estados Unidos. Las democracias favoritas del Kremlin son las más
viciadas. Y lo que está haciendo Putin dentro y fuera de Estados Unidos no sería más que
un ajuste de cuentas por intentar contagiar a la sagrada Rusia con ideas tan nocivas como
la democracia liberal o los derechos humanos. Con todo, la gran preocupación de Snyder es que lentamente antes de Trump –y rápidamente con Trump en la Casa Blanca– Estados
Unidos se parece cada vez más a Rusia: un país encaminado hacia la oligarquía
económica y la información distorsionada.
LINK ORIGINAL: https://blog.realinstitutoelcano.org/el-camino-hacia-la-no-libertad/